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Bienvenido, Mr. Mobile

Hace ahora sesenta años, en 1953, Luis García Berlanga estrenaba Bienvenido, Mister Marshall. Eran los duros años de la postguerra y el Plan Marshall de ayuda estadounidense a Europa (su nombre oficial era ERP, es decir European Recovery Program) fue importantísimo para la recuperación de una Europa asolada por la Segunda Guerra Mundial. El plan se aplicó desde 1947, y en 1953, precisamente el año en que el presidente Eisenhower visitaría España, era ya claro que el Plan Marshall no se detendría en nuestro país. Y así lo ironizaba Berlanga en su famosa película.

Afortunadamente algo distinto parece estar ocurriendo con el World Mobile Congress que lleva unos años celebrándose en Barcelona y va a seguir haciéndolo al menos hasta 2018. Y me refiero a algo distinto en los resultados ya que en el planteamiento parece que estemos reconstruyendo el papanatismo del pueblecito de Villar del Río de la película de Berlanga.

Como era de esperar, durante el WMC (del 25 al 28 de febrero) las televisiones, las radios y la prensa escrita (al menos las de Cataluña que yo he podido ver) no han dejado de hablar cada día de ese WMC, del mucho dinero que iba a dejar en Barcelona (se habla de unos 340 millones), de los muchos visitantes (al final parece que fueron del orden de unos 72.000) y de lo que representaba para todos. Imagino que ese «todos» se refería realmente a algunas de las empresas extranjeras expositoras como las grandes Sony, Huawei y otras. Debo reconocer que, al final de la semana, acabé bastante «hartito» del WMC.

Ante fenómenos como el WMC tengo sentimientos encontrados. Por una parte me parece bien apuntarse a la tecnología del futuro más inmediato, pero por otra me temo que se trata de una tecnología de futuro, sí, pero con los procedimientos comerciales del pasado que ya sabemos crean graves problemas de sostenibilidad.

Hoy día hay ya más teléfonos móviles que personas (en España, unas 12 líneas de móvil por cada 10 habitantes) y eso que en el año pasado se perdieron 3 millones de líneas aunque se crece todavía en el uso de ADSL y banda ancha.

Pero las nuevas funcionalidades y aplicativos de los nuevos teléfonos móviles no están disponibles en los viejos aparatos. Hay que desechar los viejos teléfonos y adquirir los nuevos modelos, un caso extremo de obsolescencia programada.

El negocio de los smartphones, siendo novedoso tecnológicamente, se basa en la vieja filosofía de la «economía de frontera» (va a haber de todo, tiremos lo viejo para abrazar lo nuevo…) según la clásica formulación de Kenneth E. Boulding, allá por 1966, contraponiéndola a lo que debería hacerse en un mundo con recursos finitos: la economía de la nave espacial Tierra (spaceship Earth).

Fenómenos como el WMC no son más que un gran escaparate comercial que nos incita a cometer los mismos errores que hemos cometido hasta hoy y que llevaron al sociólogo estadounidense Vance Packard a escribir un libro titulado Los artífices del derroche (1960 – The waste makers). Por vender derrochamos recursos de un planeta que dispone de recursos limitados.

El del exceso de residuos informáticos es un verdadero problema al que hay que añadir en este caso que, para los teléfonos móviles, se suele usar el Coltán, con el 80% de las reservas mundiales estimadas en el Congo lo que produce serios enfrentamientos bélicos con los países vecinos que desean parte del pastel. Sí, esas mismas guerras de las que nos escandalizamos cuando nos dicen que se emplean niños como combatientes…

En resumen que, aún siendo bueno para el futuro de «nuestra» tecnología, fenómenos como el WMC no dejan de presentar aspectos oscuros: exceso de residuos informáticos, problemas de sostenibilidad, guerras por el Coltán, etc. que le confieren al menos un lado oscuro que haría feliz a Darth Vader.

Desgraciadamente, todo este negocio en torno al WMC se basa en seguir y reafirmar el viejo sistema de producción y consumo que hoy está ya en duda. Sigue los errores del pasado. Tal vez haya posibilidad de negocio durante 5 o 10 años, pero a largo plazo no parece tener futuro si sigue basado en el derroche.

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