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Elecciones y redes sociales

Escribo a primeros de abril, bastante antes de las elecciones nacionales y este texto no será publicado hasta primeros de mayo, cuando todavía estemos sorprendidos por los resultados electorales de este primer envite.

Antes de seguir quisiera dejar claro que, aunque muchas veces no seamos conscientes, los votantes en cualquier proceso electoral, actuamos como el departamento de personal de una gran empresa. Aunque esa empresa sea el país, una autonomía, un municipio o Europa, lo cierto es que los votantes acabamos decidiendo si les damos o no un determinado trabajo a unos candidatos.

A alguno de esos candidatos les otorgaremos un muy buen sueldo por hacer de “culiparlantes” (Camilo José Cela dixit) y poco más. A otros, les permitiremos formar gobierno y con ello, además, aceptaremos que puedan montarse viajes en Falcon 900B para asistir a la boda de un cuñado o les dejaremos que monten toda una red de “embajadas” publicitarias dedicadas a desmerecer al país…

Por si ello fuera poco, en España se mantiene la tradición de un voto sumamente ideológico. No solemos elegir gobernantes en función de sus capacidades, de sus ofertas electorales (esas que, desgraciadamente, todos sabemos que no se cumplirán…), ni en función de lo que hayan hecho en anteriores gobiernos. Elegimos a “los nuestros” en una variante social de lo que es el nepotismo más evidente. Es como si el director de personal eligiera para un cargo a un familiar con independencia de su capacidad o preparación o de su historia de anteriores resultados. E ignorando los méritos de otros candidatos.

En España, en las elecciones, no solemos elegir gobernantes en función de sus capacidades, de sus ofertas electorales  ni en función de lo que hayan hecho en anteriores gobiernos

Para ello, los candidatos, como en cualquier proceso de selección de personal, visten sus mejores galas, nos cuentan sus mejores y más bien elaboradas mentiras y hacen lo posible para que no juzguemos la realidad sino las apariencias que les sean más favorables (¿Se han fijado en la multitud ingente de obras en las calles que surgen por doquier meses antes de unas elecciones municipales?). Igual que ocurre en los procesos de selección de personal de cualquier empresa.

Pero desde que Obama (un oscuro y desconocido senador por Illinois) descubrió el poder de las redes sociales para interferir en ese tipo de procesos de selección, hoy sabemos que hay otras posibilidades de manipular a ese cuerpo social que actúa en ese peculiar proceso de selección de personal al que llamamos elecciones.

Obama usó las redes sociales en las elecciones estadounidenses de 2008 y lo hizo tan sólo para orientarlas a su favor. Pero el problema que hoy afrontamos es que también se ha descubierto la posibilidad de intervenir, mediante las redes sociales, en un proceso electoral, yendo a la contra y, esencialmente, mintiendo. Así parece que lo experimentó Hillary Clinton en las elecciones estadounidenses de 2016.

Pero se engañaría quien creyera que eso sólo ocurre en los EE.UU.

Europa molesta a más de uno y así se entienden todo tipo de movimientos que la debilitan, desde el Brexit británico a posibles ayudas al “procés” catalán hacia una independencia imposible (lean, por favor, el artículo 8 de la Constitución Española, no hace falta centrarse sólo en el 155…) o a las actividades de Steve Bannon y el renacer de la extrema derecha en Europa.

Y la gran mayoría de esas actividades perturbadoras se hacen utilizando la red y sus casi infinitas capacidades. Son esas “fake news” de las que tanto se habla. Y también chistes que suelen existir sólo como propaganda tergiversadora y creadora de unas “fake oppinions” a veces del todo imprescindibles para manipular posteriormente a ese cuerpo de electores que ha de actuar como departamento de personal de un país, autonomía o ciudad.

Me parece un verdadero despropósito que una herramienta tan potente como son las redes sociales pueda pasar a la historia como vehículo de manipulación tan grosero. Aunque no llegarían a desarrollar todo su poder manipulador si no fuera por la absurda e infantil credibilidad que le prestan la mayoría de usuarios.

Por suerte todavía votan las personas y no las “fake news” y a éstas últimas se les puede ofrecer resistencia. Podemos acertar o equivocarnos, pero deberíamos poder hacerlo nosotros, sin estar manipulados.

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