Hace 25 años las industrias, ya automatizadas en buena medida, tenían operarios que “vigilaban” cada cuatro o cinco máquinas. Hoy tienen robots. A los robots, también hace poco, los supervisaba una persona. Hoy lo hace un código de barras. La “mano de obra” es cada vez menor y reducida a actividades que, ya muy mecanizadas, requieren el concurso humano (destrezas y talento). Hemos pasado en pocas décadas de un contexto rural a un contexto urbano, a un contexto digital.
Hasta hace muy poco los seres humanos eran invisibles, anónimos, obedientes, sumisos, silentes. Se hallaban confinados intelectual y territorialmente en espacios muy limitados. Hoy ya no son, progresivamente, espectadores sino actores, súbditos sino ciudadanos plenos y educados que -según la insuperable definición de la UNESCO– significa ser “libres y responsables”. Pueden saber, además, inglés o química, pero esto es capacitación adicional, no educación.
¿Cómo pasar de una economía de especulación, deslocalización productiva y guerra a una economía basada en el conocimiento, para procurar un desarrollo global sostenible y humano?
Es imprescindible, cuando nos referimos al empleo y al trabajo, saber bien que estamos ante una nueva situación, unas nuevas generaciones que requieren, conceptual y prácticamente, nuevos enfoques. Estamos iniciando una nueva era y se pretenden aplicar las mismas pautas que en el pasado.
Ahora las personas ya pueden participar, ya pueden expresarse, ya pueden conocer lo que acaece en su entorno, cómo vive su prójimo, próximo o lejano. Ya pueden comparar, apreciar lo que tienen y apercibirse de las precariedades ajenas. Pueden anticiparse, pueden prevenir…
Estos seres humanos “activos” ya no son mayoritariamente hombres. La igualdad de género –piedra angular del “nuevo comienzo” que vivimos- está avanzando de forma prodigiosa y no mimética.
Federico Mayor Zaragoza: «Es imprescindible, cuando nos referimos al empleo y al trabajo, saber bien que estamos ante una nueva situación»
El mundo en el que hoy vivimos y al que debemos, por tanto, tener en cuenta, está siendo sucesivamente desvelado, habiendo adquirido buena parte de los seres humanos una conciencia global, una ciudadanía mundial.
El número de mujeres que influyen con las facultades que les son inherentes en la toma de decisiones aumenta sin cesar. Los medios digitales, bien utilizados, permiten, además de una participación democrática insólita, alcanzar la ciudadanía plena, es decir, llevar a efecto la transición esencial de súbditos a ciudadanos.
Ahora ya pueden todos, en un gran clamor en el ciberespacio, exigir la desaparición de desigualdades lacerantes, contrarrestar las arbitrariedades del “gran dominio” (militar, energético, financiero y mediático…). Hoy en día se pueden recoger millones de firmas en favor de la transición de una cultura de imposición, dominio y violencia a una cultura de encuentro, conciliación, alianza y paz. Y se puede llevar a efecto la transición de la fuerza a la palabra, la gran inflexión histórica.
La democracia actual debe inspirarse en la imaginación juvenil y la experiencia propia de la longevidad, gran logro inexplorado del progreso de la ciencia.
La pandemia por el coronavirus ha vuelto a poner de manifiesto las deficiencias y falta de medios que pudieron, si no evitar, hacer que las consecuencias fueran de menor impacto y causaran no sólo menos daños materiales sino, sobre todo, menos pérdidas humanas….
Ante la actual crisis del coronavirus -COVID-19- que estamos viviendo es inaplazable una economía basada en el conocimiento para un desarrollo humano y sostenible que permita asegurar a todos una vida digna, con las cinco prioridades establecidas por las Naciones Unidas: alimentación, agua potable, servicios de salud de calidad, cuidado del medio ambiente y educación.
Federico Mayor Zaragoza
Presidente Fundacion Cultura de Paz
Miembro del Consejo Asesor de Cibercotizante