Tal vez sea por la edad, pero hay varias cosas en el mundillo de la informática que no llego a entender. Por eso tengo perplejidades varias. Normalmente lo primero que me viene a la mente es que, aunque las empresas estén empeñadas en hacerme cambiar de sistema operativo, de suite ofimática como Windows o de todo tipo de aplicaciones, en realidad no sé porque debo cambiar siempre a la ultimísima versión. Sé que a las empresa que fabrican esas herramientas les interesa que los usuarios cambiemos (obsolescencia programada se denomina el fenómeno) pero, en realidad, no sé porque los usuarios debemos aceptar esos cambios.
En este momento, mi procesador de textos (Word), mi hoja de cálculo (Excel), mi programa de presentación (PowerPoint) tienen un montón, la mayoría, de funcionalidades que no uso ni me interesa usar. ¿Por qué razón debería cambiar a nuevas versiones que, simplemente, incrementan las funcionalidades que no voy a usar?
Pero eso ocurre desde hace muchos años. Por si les interesa saberlo, sigo usando la versión 2003 del Office simplemente por no estar interesado en lo nuevo que me puedan aportar las nuevas versiones a cambio. Y, además, en este caso con una modificación sustancial en la interfaz que me obligaría a reaprender lo que he aprendido en muchos años. Simplemente no cambio y listos.
Tal vez sea por la edad, pero hay varias cosas en el mundillo de la informática que no llego a entender. Por eso tengo perplejidades varias.
Voy con algunas de esas perplejidades varias. Por ejemplo, más problemáticas me resultan esas aplicaciones que parece ser son las que sostienen las redes sociales como, por poner sólo un par de ejemplos, Facebook o Twitter. Las conozco y tengo cuentas en ellas (con nombres de usuario esotéricos, eso sí…), pero no me interesan. Abrí esas cuentas para conocer y probar sus funcionalidades de las hablábamos en clase de mi asignatura “Impacto social y medioambiental de la informática”. Pero nada más.
Ahora que ya no estoy en la actividad docente, no veo que usar Facebook o Twitter tenga sentido para mí. Puedo vivir perfectamente sin usarlos. No me hacen falta. Y eso no significa que renuncie al uso de la red ya que eso me lo permite Internet y el sistema de correo electrónico que ha llegado a una gran sofisticación y variedad de usos posibles, al menos desde los años ochenta en que empecé a usarlo.
Aunque sigo sin ver la necesidad de regalar mis datos a Facebook para que Marc Zuckerberg y sus asociados hagan negocio a mi costa. Las funcionalidades que me ofrece Facebook no me interesan y siempre he creído que la amistad es algo más de lo que supone “ser amigos en Facebook” por poner un ejemplo evidente. No estoy tan falto de amigos… Ni, como Marc Zuckerberg cuando empezó, estoy necesitado de encontrar ligues a toda costa… Y, tal vez por mi edad, eso de dar voces al pregonero publicitando datos personales no me parece sensato. Debo estar chapado a la antigua.
Algo parecido me ocurre con Twitter. De entrada, eso de tener que expresarse en 140 caracteres me parece una limitación grave. Personalmente soy “rollista” por vocación (tal vez sea un efecto colateral al haber sido profesor durante muchos años…) y sé que muchas cosas matizables (posiblemente las únicas de las que tiene verdadero interés hablar) no pueden expresarse correctamente en esa reducida extensión de texto.
También me sorprende el gran uso que se le da: he visto incluso periódicos de los clásicos de papel que un día cayeron en la trampa de publicar una primicia que habían encontrado en Twitter y al día siguiente tuvieron que rectificar ya que esa información era simplemente falsa… Sé que hay gente que tiene “seguidores” en Twitter e imagino que deben sentirse muy satisfechos con ello. Pero lo cierto es que los proveedores de información en Twitter (o, si me apuran, los creadores de blogs de todo tipo) acaban siendo una aguja en pajar. Hay tantos que dan informaciones en Twitter (y tantos que hacen blogs) que pretender ser encontrados en medio de los millones que hacen lo mismo no deja de ser un poco ilusorio.
Total que perplejo me tienen. Tengo perplejidades varias. Aunque no soy tan “carcamal” como pueda parecer. Sí uso lo que me sirve (WhatsApp, Wikipedia [comprobando después en otros sitios sus informaciones…] y otros). Tal vez sea que soy selectivo a mi manera.