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No somos máquinas – Educación para el Siglo XXI

En el siglo XXI, si algo deberíamos conseguir, es aportar valor por encima de lo que podría hacer una máquina. Inteligencia Artificial (IA), Internet de las Cosas (IoT) o cualquier otra de las tecnologías emergentes exponenciales, se convierten en los grandes aliados de las máquinas.
Por Sonia Comajuan, miembro de Cibercotizante

Inmersos en plena revolución 4.0, los profesionales hacemos un esfuerzo constante en ese sentido: desde aprender transformación digital, ciberseguridad, ciencia de datos y otras habilidades duras (hard skills), a mejorar nuestras habilidades blandas (soft skills) como nuestra capacidad de liderazgo, nuestra resiliencia, nuestra forma de trabajo ágil, nuestra marca personal, nuestra inteligencia emocional…

Pero, ¿y nuestros hijos? Creo que, mucho más allá de la informática, el inglés o los valores versus la religión, ha llegado el momento de hacer crítica y revisar seriamente el currículum escolar para nuestros hijos, que vivirán en pleno siglo XXI (muchos, parte del XXII). Los países anglosajones ya han comenzado. Hay nuevas áreas de conocimiento y habilidades, que deberían tratarse desde educación primaria hasta secundaria

En un mundo cada vez más automatizado, lo que aún nos distingue de las máquinas, son las emociones. La capacidad de gestionarlas será un factor de empleabilidad. Sin embargo, nuestros hijos, cada vez más apegados a una pantalla, dedican progresivamente menos horas a socializarse. Urge dedicar tiempo a desarrollar la inteligencia emocional y las habilidades sociales, entender las diferentes personalidades y su efecto en las relaciones humanas, poder hablar y entender qué significan el amor (no sólo el sexo) y la familia, aprender a gestionar la resolución de conflictos…

Mente computacional y tecnología.

En el siglo XXI, todo profesional deberá dominar dos idiomas: el inglés y la algoritmia. Se trata de desarrollar, desde primaria, la mente computacional, la capacidad de pensar en procesos con algoritmia, para llegar después a la programación. Y, ya en secundaria, profundizar en la gestión de los datos, la IA, el IoT, la robótica… No para ser expertos, sino para entender cómo funcionan esas tecnologías y cómo nos pueden ayudar, sin olvidar dos habilidades clave para el siglo XXI: la gestión de nuestro IT personal y la ciberseguridad. Debemos enseñar a nuestros hijos cómo manejarse de manera segura en el cibermundo en el que se moverán.

En un mundo cada vez más automatizado, lo que aún nos distingue de las máquinas, son las emociones

Debemos ser conscientes de nuestro impacto digital. La huella digital que dejamos y cómo gestionarla, cómo crear marca personal en las redes, qué significa una red y por qué hay que cultivarla con criterio, o las reglas que debemos autoimponernos para no crearnos adicción.

Pero también debemos darles las herramientas para crear, innovar, o emprender. Que dependan de ellos mismos. Que aprendan a gestionar la vida de 100 años que les espera vivir, incluyendo aspectos legales y financieros, gestión financiera personal, o de renta entre otros.

Y por último, no exento de controversia, la filosofía, esencial para tener espíritu crítico, la ética de la inteligencia artificial y valores como la sostenibilidad, diversidad, solidaridad, trabajo y espíritu de sacrificio…

Si todo esto lo buscamos en nuestros profesionales, deberemos comenzar a trabajarlo ya en nuestros hijos.

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