Dos años atrás, el Mobile World Congress tuvo que cancelarse por la irrupción de la pandemia. Muchos, y me incluyo, pensábamos que había otros motivos para cancelar el evento y que el coronavirus era una mera excusa. La autocomplacencia y el carácter despótico de los organizadores, a los que se sumaba el activismo de la alcaldesa de Barcelona, hacía que muchos expositores expresaran en privado quejas hacia la forma de actuar por parte de Hoffman y del resto de responsables de la organización. A eso, había que sumarle un cierto hastío por parte de todo el mundo con el concepto de los grandes eventos y exposiciones.
Dos años después y una pandemia de por medio, la historia es diferente: los organizadores han rebajado el tono, Colau no se ha manifestado en contra y ha debido comprender que una feria como el Mobile trae más beneficios que perjuicios y los expositores, fabricantes y visitantes han visto que un encuentro como el de Barcelona sigue siendo muy necesario. Es cierto que, sobre todo a primera hora de la mañana, no se han visto las colas de ediciones anteriores, pero tecnología hay y mucha, las conferencias son interesantes y los asistentes, que han ido creciendo a lo largo de los días, se han mostrado más que receptivos.
El Mobile de este año ha resucitado porque, entre otras cosas, las personas necesitamos relacionarnos
La pandemia lo que nos ha demostrado es que se puede trabajar a distancia, que podemos establecer reuniones y acuerdos a través de Zoom, Teams o Webex e incluso que la productividad de las empresas, no sólo no disminuye, sino que en muchos casos, se incrementa. Pero también ha puesto de manifiesto que el cara a cara sigue siendo fundamental. Ahora que se habla tanto de las personas, hemos descubierto que la relación entre ellas de forma presencial es indispensable para hacer negocios y también para pasar momentos de ocio. Eso es algo, que la tecnología, por mucho que avance, nunca podrá conseguir.
El Mobile ha sido una prueba de ello y ha sabido aprovechar este aspecto. Ha resucitado y, aunque no ha llegado a congregar a la cantidad de personas que hubo en 2019, puede decirse que le quedan muchas ediciones por delante. Además, hay que reconocer a la organización que fue de las primeras en reaccionar, de forma contundente, a la invasión rusa de Ucrania prohibiendo que el pabellón ruso, en el que se congregaban más de una decena de empresas del régimen de Putin, anteponiedo la ética al dinero. Toda una declaración de intenciones de la época en la que vivimos