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El poder de los ofendidos, por Manuel Navarro

Ofender: Humillar o herir el amor propio o la dignidad de alguien, o ponerlo en evidencia con palabras o con hechos. La definición de la RAE cobra en estos tiempos especial protagonismo. Todos hemos recibido una ofensa en alguna ocasión y, mejor o peor, hemos lidiado con ella. Algunas veces nos sentimos ofendidos sin causa alguna y otras con motivo. Pero la asumíamos nosotros solos o como mucho era compartida con nuestro entorno más cercano.

Ofendidos siempre ha habido y habrá, el problema es que ahora, y más tras dos años de pandemia, con el altavoz de las redes sociales, el ofendido ha cobrado un protagonismo insólito. Un protagonismo que hace que se legisle a favor de cualquier chiquilicuatre que ha sufrido un agravio, que la prensa se piense si es conveniente publicar una determinada información, que una marca considere cuántos ofendidos generará un nuevo anuncio o que un humorista se plantee si un chiste es conveniente contarlo o no. Curioso: censuramos las dictaduras, pero nos autocensuramos a nosotros mismos. Viva la libertad de expresión.

Ofendidos siempre ha habido y habrá, el problema es que ahora, con el altavoz de las redes sociales, el ofendido ha cobrado un protagonismo insólito

No podemos estar pendientes de lo que opine una minoría que hace ruido en las redes. Estamos construyendo una sociedad en la que la persona que se siente ofendida tiene razón por el simple hecho de que algo le ha sentado mal. No me parece un buen camino para formar una sociedad con un pensamiento crítico.

Un ofendido, si su ofensa se hace viral, puede causar mucho daño. Si el ofendido es además famoso, entonces tiene grandes visos de conseguirlo. Un ejemplo ocurrió el mes pasado con Neil Young, uno de los grandes maestros de la música rock. El compositor canadiense, amenazó con retirar toda su música de Spotify porque la compañía sueca tenía en su plataforma un podcast cuyo protagonista, Joe Rogan, era un antivacunas. El músico exigía la retirada de la plataforma del podcast, en el que sí, ha dado voz a antivacunas, pero por ejemplo, también hay entrevistas a dos personajes tan antagónicos como Bernie Sanders y Donald Trump. Con esa lógica, ¿cerramos un periódico o una televisión porque entreviste a Maduro, a Orban o a Kim Jong-un? ¿cerramos una radio porque haga una entrevista a un antivacunas o a alguno de los muchos expertos que aparecen a todas horas con el único objetivo de hacer dinero?

Soy un firme defensor de la vacunación. De hecho, la haría obligatoria, pero me parece que la libertad de expresión es más importante. También me encanta la música de Neil Young. Soy un firme convencido de que la argumentación acaba por eliminar cualquier mensaje falso. El chantaje, no: hace justo lo contrario. Y lo que ha hecho Neil Young, que está en su derecho, es puro chantaje. Un ofendido más. Un ofendido con poder que, en vez de utilizar su influencia para pedir legislaciones específicas para incrementar el número de vacunados, prefiere dar mayor protagonismo al mensaje de un loco.

Spotify ha querido una especie de marcha atrás y, aunque no ha retirado el podcast, en cada capítulo en el que se entrevista a un antivacunas aconseja al oyente que se nutra de información de fuentes oficiales. Es decir, el ofendido, triunfa. Por cierto, la retirada de la discografía de Young de Spotify fue aprovechada por Amazon o Apple para intentar atraer a sus plataformas a fans del cantante. Muy ético, también.

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