Donald Trump dejó un páramo que será difícil reconstruir en los próximos años tras abandonar la presidencia de EE.UU. La utilización que ha hecho de las redes sociales, fundamentalmente Twitter, para enfangar absolutamente cualquier tema no tiene parangón. La solución por la que optaron Twitter, Facebook, Instagram y compañía fue eliminar las cuentas de Trump de forma fulminante tras los hechos acaecidos en el Capitolio de Washington el pasado 6 de enero.
¿No se podía haber hecho antes? Los mensajes incendiarios han sido la nota habitual de sus cuatro lamentables años. Tuits impregnados de odio, de mentiras,… cada día. Pero generaba tráfico y por ello, ingresos a todas esas plataformas en las que vomitaba su populista ideario.
Tras la cancelación de sus cuentas no han tardado en aparecer los adláteres denunciando ataques a la libertad de expresión. En nuestro país, VOX ha hecho una defensa a ultranza del expresidente norteamericano. Una formación, que también se centra en las redes sociales para lanzar sus soflamas… hasta que también le cancelaron la cuenta de Twitter. Me gustaría ver que haría Podemos si eliminaran la cuenta de alguno de sus miembros, también muy dados a embarrar cualquier cosa que tocan o a lanzar señalamientos públicos. Seguramente también denunciarían ataques a la libertad de expresión.
Trump, a través de sus tuits, ni daba información veraz ni respetaba derechos como el del honor
Los que hemos estudiado periodismo y comunicación llevamos grabado a fuego el Artículo 20 de la Constitución. Entre otros puntos reza lo siguiente: Se protege el derecho “a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión”. Y en otro punto señala: “Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia”. Es decir, se trata de recibir información cierta y además existen límites. Justo lo que no ha hecho Trump.
Pero el problema no es Trump. El problema son las plataformas que lo cobijan. A él y a gente como él. Basta con ir a Twitter para descubrir que hay más casquería allí que en todos los mercados de España. La solución no radica en bloquear las cuentas de pirómanos de tamaña categoría. La solución se encuentra en controlar por parte de los Gobiernos las redes sociales. Ponerles límites. Para empezar, deberían ser tratadas como medios de comunicación, que es lo que son, y de la misma manera que el resto de medios nos sometemos a una normativa, ellas también deberían ser reguladas de la misma forma.
Son las redes sociales las culpables de que se dé voz a personas que creen que la Tierra es plana, que promocionan las pseudociencias o que directamente, pretenden enfrentar a una parte de la sociedad con otra. El problema no es Trump, ni VOX ni Echenique. El problema son las redes en sí mismas.