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El estrés del directivo. Juan Manuel Sáez

Recuerdo que Alberto Ruano, director general de la filial española de Toshiba, en los inicios de esta crisis -que parece que no acaba nunca- comentaba que él, desde que empezó a tener responsabilidades comerciales en sus trabajos, siempre había tenido la presión de conseguir “la cifra” y que, en estas compañías, jamás se puede llegar a disfrutar de un resultado porque te lo impide la necesidad de alcanzar el objetivo del siguiente trimestre…

Me consta que es una opinión bastante generalizada entre los responsables de empresas de todo tipo. Lo traigo a colación porque, después de tres años de profunda depresión económica, mantenemos esta dinámica, aunque, quizás, con los objetivos cambiados.

Efectivamente, Ruano se refería entonces a que las empresas, en las épocas, digamos, buenas, cifraban el éxito en la consecución de un beneficio cada vez mayor. Siempre había que superar el anterior y, por eso, apenas tenían tiempo de disfrutar lo conseguido. Además, tenían la incertidumbre de alcanzar (ya inalcanzable) la nueva meta.

Pero ahora es distinto. Las empresas, sobre todo las grandes, se empiezan a conformar (que no es poco) con que se mantengan los beneficios, o, mejor, en no dar pérdidas.

Como esto, en muchos casos, tampoco está siendo posible, pasamos a los procesos de ajustes, que llevan aparejados, primero el descenso de los salarios, y, en seguida, los despidos de personal.

Como el responsable de turno tiene que salvar su puesto, no tiene más remedio que echar la culpa de los malos resultados a los que tiene por debajo. El mercado no le deja margen de remontar la situación de precariedad común para todos. Y, claro, tiene que justificarse ante ellos y hablar del “bien de la empresa”.  Este directivo traga con la reducción del salario, pero no con la pérdida del resto de privilegios, así que no tiene más remedio que acudir al ERE.

En definitiva, el directivo, en las épocas esplendorosas, se estresaba por conseguir dos puntos más de beneficio y ahora se estresa porque no le rajen las ruedas de su BMW.

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