Se atribuye la frase “Quo vadis, Domine” a San Pedro que según la tradición cristiana cuando huía de la persecución a los cristianos iniciada por Nerón, se encontró con Jesucristo cargando la cruz y le preguntó que adonde iba, a lo que Jesús le contestó “voy a Roma a que me crucifiquen otra vez”.
Algo parecido está pasando con el mundo poscovid. Es como si la pandemia lo único que hubiera hecho es convertir una situación mala, en otra peor. Vamos a que nos crucifiquen otra vez.
Estamos entrando en una especie de huida hacia ninguna parte, donde tenemos un mundo agobiado por fantasmas más o menos reales como el gran apagón o el desabastecimiento generalizado. Da la impresión de que vamos “como pollo sin cabeza”, desesperados porque no hay suficientes microchips en el mercado para abastecer a nuestras fábricas o sin saber que hacer con los costes de la electricidad, los combustibles, los productos básicos, …
Da la impresión de que la humanidad ha decidido que la crucifiquen otra vez, salvo claro está la clase política que sigue a lo suyo: “seguir en la poltrona”.
Sin embargo, la que sigue a su ritmo, cada vez más acelerado, es la tecnología que avanza como una bola de nieve cuesta abajo creciendo más y más de forma descontrolada, hasta envolverlo todo sin posibilidad de vuelta atrás.
Lo único que nos queda a los pobres mortales es esperar que el maná de la tecnología llueva sobre nosotros y podamos al menos subsistir sin ser crucificados otra vez.