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La marcha de los imbéciles

La ciencia ficción, mucho menos escapista de lo que imaginan algunos, nos alerta sobre diversos problemas de nuestro futuro más o menos inmediato. Eso puede lograrse, por ejemplo, con la exageración (llevar a sus extremos un rasgo peligroso para mostrar sus consecuencias más negativas) y así lo han hecho algunos clásicos indiscutibles del género. La ciencia ficción nos ha advertido ya de diversos peligros como los de la ingeniería genética (Un mundo feliz de Aldous Huxley, en 1932); del totalitarismo político (1984 de George Orwell, en 1948); de los problemas del capitalismo (Mercaderes del espacio de Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth, en 1953); de los agobios del exceso de población (Todos sobre Zanzibar de John Brunner, en 1968); y un largo etcétera que no voy a detallar aquí.

A veces suelo darle el mismo nivel a un relato corto de Cyril M. Kornbluth, la sátira «La marcha de los imbéciles» (1951), que es una clara muestra de una visión pesimista ante el futuro, no por ello menos teñida de cinismo y de crítica a la sociedad contemporánea y sus posibilidades de desarrollo.

En el cuento de Kornbluth, un personaje medio del siglo XX se despierta, tras un largo período de hibernación, en un futuro más o menos lejano. Allí resulta ser la persona más capaz e inteligente del planeta ante la mediocridad y la evidente estupidez de todos los que le rodean: el cociente intelectual medio de la población ha descendido al equivalente de lo que hoy sería un 45 (en lugar del 100 actual, cifra que procede de su propia definición). Posteriormente, sin citar el precedente ni el cuento de Kornbluth, se ha hecho una película, Idiocracy (2006), de Mike Judge sobre el mismo tema. Fue un fracaso absoluto de taquilla…

Se trata de una sátira, evidentemente, pero a veces tengo mis dudas. Me las provoca a menudo la moderna televisión con su tendencia a mínimos intelectuales por mor de la audiencia y, sobre todo, parte de la industria cinematográfica estadounidense. Es como si algunos productores de Hollywood creyeran que la «marcha de los imbéciles» ya se ha producido y afecta seriamente a su público, y lo reflejan en el nivel intelectual de sus producciones.

Se dice, también, que vivimos en el periodo de la historia de la humanidad en el que los jóvenes están más preparados, pero lo cierto es que, tras casi cuarenta años como profesor universitario, me parece que no hablamos de la misma cosa. Los títulos académicos se han devaluado y hoy día puede que no signifiquen lo mismo que hace años. No se me oculta que, hace décadas, el acceso a la universidad y al conocimiento estaba mucho más restringido que ahora y es sumamente bueno que ese acceso se haya ampliado. Pero la realidad es la que es y el nivel cultural que vamos alcanzando resulta discutible.

En nuestro país vivimos, ahora, un periodo de cambio político que tiene mucho que ver con un relevo generacional. Estamos tratando tan mal a los jóvenes (que tienen escasas perspectivas de trabajo bien remunerado, como tienen algunos de sus mayores no necesariamente mejores ni más trabajadores…) que, lógicamente, se da una rebelión de perdedores contra las élites que han manejado el poder en las últimas décadas. Como viejo “abuelito del 68” no se me oculta que mi generación ha fracasado y que el futuro que ofrecemos a los jóvenes de hoy es peor que el que se nos presentó a nosotros en los hoy míticos sesenta y setenta.

También, la creciente dependencia de la tecnología a veces me hace pensar en otro ejemplo de la marcha de los imbéciles. Al margen de la conocida obsolescencia programada, lo cierto es que el uso continuado de las llamadas “nuevas tecnologías” puede hacer que olvidemos aspectos fundamentales de la vida en sí misma. El mercado guía y determina el futuro y ese mercado necesita de consumidores adocenados, sin espíritu crítico que, simplemente, gasten y consuman. Y en ese consumo no está al margen la tecnología que ofrece, por otra parte, nuevas y maravillosas posibilidades.

Tal vez Kornbluth acertó incluso más que Huxley o Orwell en sus pesimistas predicciones.

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