Esta vez no estoy nada seguro de saber explicarme. Lo intentaré hacer con cuidado…
Los hechos son muy sencillos: tras haber sido nombrado consejero delegado de Mozilla el 24 de marzo y confesar un par de días después que sentía muy honrado del nuevo cargo, Brendan Eich dimitía de ese mismo cargo el jueves 3 de abril.
Su pecado: haber aportado 1000 dólares, ¡en 2008!, a la campaña en pro de la llamada Proposición 8, votada por referéndum en California, para vetar la posibilidad legal del matrimonio entre homosexuales.
Déjenme decir, para empezar, que pertenezco a la generación que empezó a comprender el mundo allá por los años sesenta y setenta. Entonces, nadie creía que el matrimonio entre homosexuales fuese algo a reivindicar. En realidad, incluso se reivindicaban para los heterosexuales las parejas de hecho sin registro legal y, evidentemente, ese curioso invento de las comunas.
Digamos pues que en mi ADN de progresía no hay lugar para ésa que ha sido después una opción de reivindicación política de los homosexuales: el derecho al matrimonio igual que lo tienen los heterosexuales. Me parece una reivindicación posible pero no la única posible. No lo ha sido siempre.
Comprendo que la ominosa década de los ochenta con el reaccionario poder que imprimieron a sus mandatos gentes como Reagan o Thatcher puede haber cambiado muchas cosas. Pero, ¿tantas como para convertir en posibles intolerantes a algunos de los que más se han quejado (y con razón) de la intolerancia de otros en el pasado?
Lo que me parece absurdo es que el poder del lobby homosexual en Estados Unidos sea hoy tal que una persona deba avergonzarse de sus ideas y dimitir porque lo que hiciera en 2008 (o si quieren ustedes sus ideas reaccionarias, que Eich las tiene) moleste ahora a la proyección política actual del lobby homosexual en Estados Unidos. Y todo ello con independencia de cual sea su valía profesional para desempeñar el cargo del que ha acabado dimitiendo Eich quien, en su día, fue el creador del JavaScript y cofundador de Mozilla.
Entiéndanme, me parece aceptable que ahora la comunidad homosexual quiera reivindicar su derecho al matrimonio exactamente igual al de los heterosexuales. Pero no que quien piense de manera distinta deba pagar con una dimisión simplemente por pensar diferente y actuar en consecuencia. En este planeta somos más de siete mil millones de personas y sólo los talibanes y los intolerantes sectarios exigen que todos piensen de la misma manera que ellos.
Tengo amigos homosexuales que viven en parejas de hecho, otros han decidido casarse, otros tienen incluso hijos (generalmente de madres subrogadas), y a cada uno de ellos les respeto sus opciones. Están en su derecho. Y me parece bien.
Mozilla pasa por ser una empresa progre. Tal vez por ello el nombramiento de Eich despertó discusiones en el seno de la misma empresa. Dimitieron según se dice tres miembros del consejo de administración (sólo uno parece haber reconocido que fue a causa del nombramiento de Eich y su ideología derechista y reaccionaria; de los otros dos se supone lo mismo pero no se sabe nada de cierto). La misma presidenta ejecutiva de la Fundación Mozilla, Mitchell Baker, se ha disculpado por ese nombramiento que tan polémico ha resultado. Sea como sea, Eich ha dimitido, seguramente también para no empañar la proyección económica de Mozilla: los lobbies tienen poder y, en el sistema en el que vivimos, parece ser mejor sacrificar a una persona que a posibles beneficios económicos…
Incluso un conocido periodista y bloguero británico como el católico Andrew Sullivan, conocido militante homosexual aunque de ideología conservadora, empieza a dudar del gran poder coercitivo del lobby homosexual. Le preocupa que se hayan podido convertir en tan fanáticos como sus antiguos perseguidores.
En cualquier caso, Mozilla, por causas un tanto ajenas a la capacidad y la cualificación profesional, dejará de tener como consejero delegado a una persona tal vez víctima de una intolerancia parecida a la que han tenido que afrontar desde siempre los homosexuales. No parece que se haya avanzado mucho aunque hayan cambiado las tornas: la venganza nunca es buena solución.