A principios de febrero conocimos que, según el Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), la segunda de las preocupaciones de los españoles es la corrupción con un 39,5 por ciento de menciones, sólo detrás de la preocupación por el paro (78,5 por ciento). Me parece una justa preocupación, pero temo que hay algo de hipocresía en ello.
Seamos honrados y reconozcamos que, además de los casos sumamente conocidos de políticos, empresarios y banqueros, todo el país cae, en una medida u otra, en la corrupción. O, al menos, hace la vista gorda ante fenómenos cotidianos que no dejan de ser una forma de corrupción. Un ejemplo típico es que en España no parece estar mal visto robar al erario público haciendo trampa en los impuestos.
Les voy a contar lo que sólo es una anécdota banal pero que me parece logra resumir muy bien aquello que estoy intentando decir.
Me consta que hace poco, en una comunidad de vecinos, se decidió, tras más de treinta años sin hacerlo, proceder a una limpieza de las claraboyas de las casas, esas típicas casas ”adiosadas” tan características de determinada época de la construcción inmobiliaria en España. Se hizo el encargo a una empresa (la mayoría de los vecinos ya no tienen edad para andar correteando por los tejados…), se hizo la limpieza y listos.
A la hora de pagar, imagino que por razones de tesorería de la comunidad, se decidió que cada vecino hiciera su pago y no se cargó a la cuenta común. El importe subía a 32 euros por casa y lo sorprendente fue ver que, de los dieciséis vecinos, sólo dos pagaron religiosamente el IVA (lo que “elevó” la factura a unos 39 euros). Les puedo asegurar que esos 7 euros de IVA no eran problema económico real para ninguno de los vecinos. Pudo más la “costumbre” que consiste en considerarse más listo si no se paga el IVA y se defrauda no a Hacienda, sino a todos los ciudadanos… Ya saben: ¿con IVA o sin IVA?
Sinceramente, al menos entre los convecinos de esa comunidad, pienso que sólo tendrían derecho a hablar de la corrupción de los políticos los dos vecinos que pagaron ese IVA (un esfuerzo sumamente pequeño, por cierto…). El resto, si lo hacen, critican a los demás con pies de barro…
Esa es la hipocresía que critico.
En otros países, defraudar en impuestos al fisco se considera una falta muy grave y quienes lo han hecho, por grande que fuera su poder, suelen acabar en la cárcel.
Así es nuestro país y lo que realmente sorprende es que sea preocupación general esa corrupción que se practica en amplios estratos de la población, cada uno a su nivel.
Viene todo esto a cuento (al menos para mí…) porque me voy a enfrentar este semestre con una nueva asignatura, “Fundamentos de ética, empresa e innovación”, que intenta recoger en cierta forma el tratamiento ya clásico de la “business ethics” o ética de los negocios.
Sé que en informática, generalmente al proponer contratos de desarrollo de software, se actúa también como hizo Sacyr y su consorcio en el concurso del Canal de Panamá. Se ofrecen soluciones más baratas y rápidas con presupuestos que después resultan insuficientes. Pero, una vez conseguido el contrato, ya se verá “mañana” lo que pueda suceder.
Ese tipo de proceder ha llevado a que los informáticos tengamos “mala prensa”: los directivos experimentados saben que todo proyecto que emprendemos tiende a resultar más caro y más dilatado en el tiempo de lo que propusimos… Y no siempre es por falta de herramientas de planificación y/o gestión de proyectos.
Y hay otros hechos en la profesión posiblemente más cercanos a la actualidad inmediata de mis estudiantes: ¿es ético el uso que hace una red social como Facebook de nuestros datos?, ¿es ético usar software que no se paga? (los estudiantes de una universidad salen de ella tras usar diversas licencias de software que la universidad les proporciona, pero deberían tener muy claro que, una vez con el título bajo el brazo, ya no deberían usarlas), y tantas y tantas cosas más.
Va a ser divertido… y sumamente interesante.
¿Ética? ¿Corrupción? Vaya usted a saber…