Acaba un año muy duro para todos. 2020 nos ha enseñado las vulnerabilidades que tenemos los seres humanos. Un diminuto ser nos ha hecho ver que no somos invencibles y que debemos estar alerta. Nos ha enseñado que el planeta en el que vivimos hay que cuidarlo, que la sostenibilidad tiene que ser una de las prioridades, que debemos priorizar a las personas y que, en definitiva, no somos invencibles. Sí, 2020 nos ha puesto frente al espejo.
Pero también nos ha enseñado varias cosas y la más destacable es la importancia que tiene la tecnología. Sin ella, la hecatombe económica y sanitaria no habría tenido parangón. Por eso conviene incidir en la apuesta por reforzar el papel que las empresas tecnológicas tienen que jugar y para ello, necesitan tener la comprensión y el apoyo indudable del Gobierno.
Este Gobierno, fuera de aquellos que están instalados en la confrontación permanente y en hacer política a golpe de tuit y en base a elementos de pirotecnia barata, tiene personas muy válidas para que España sea una potencia tecnológica. Sólo hay que querer y hacer planes estratégicos que no se cambien de un día para otro. Potenciar la digitalización debería encontrarse entre las tres principales prioridades de cualquier Gob¡erno.
2021 puede venir con la vacuna debajo del brazo pero transcurrida la pesadilla del virus y el dulce sueño de los ERTEs, nos despertaremos con que muchos de ellos se habrán convertido en EREs
Porque, además, nuestro país, cuenta con infraestructura y está bien posicionada, gracias a la ingente inversión realizada por las tres principales operadoras (sin recibir ninguna subvención, por cierto) encabezadas por Telefónica, por ejemplo para liderar todo lo relacionado con el 5G o inundar el país de fibra. Además, contamos con unos profesionales de primer nivel y respetados en buena parte del mundo. No hay que poner trabas y desde ya, sería necesario que, por ejemplo y entre otras cosas, Telefónica, Vodafone y Orange dejaran de pagar, injustamente, la ruinosa situación de la politizada Corporación RTVE para invertirlo en otras cosas más necesarias.
Se ha visto, durante estos meses, que muchas Administraciones Públicas están en pañales en esto de la transformación digital. De la misma forma que se invierte (y mucho) en la digitalización constante de la Agencia Tributaria o del GISS, es necesario que parte de esa inversión pase a otras Administraciones. De esta forma, a lo mejor los problemas en el cobro de los ERTEs no habrían sido tan graves. Por no hablar de la Ley de Dependencia o la imposibilidad de cobrar la famosa renta básica. Muchos de esos problemas se solucionarían simplemente con implementar herramientas de automatización.
No nos engañemos. 2021 puede venir con la vacuna debajo del brazo pero transcurrida la pesadilla del virus y el dulce sueño de los ERTEs o de los créditos públicos a empresas, nos despertaremos con que muchos ERTEs se habrán convertido en EREs y con que numerosas organizaciones no podrán pagar esos créditos, aunque tengan interés cero.
El sector tecnológico, ahora mismo, es el que está liderando la transformación de la sociedad. Sus perspectivas son buenas para el próximo año pero necesita el apoyo de los diferentes gobiernos del Estado para que España avance hacia un mejor destino.