¿Cuántas veces has leído los permisos de las aplicaciones que descargas? ¿Te has parado a pensar en los datos que le estás dando a las empresas de los servicios que contratas? Cuando instalamos una aplicación, un alto porcentaje de gente no lee sus términos y condiciones de uso y las aceptan sin pensárselo dos veces. Confiamos a ciegas en lo que instalamos en nuestros equipos. Sin embargo, las empresas de estas aplicaciones pueden aprovecharse de nosotros en cualquier momento, ya que hemos aceptado sus permisos. El problema se agrava con las aplicaciones maliciosas.
En el mercado hay gran cantidad de aplicaciones gratuitas para diferentes servicios. En este artículo voy a poner un ejemplo arbitrario de una app gratuita que básicamente consiste en dar luz. La app se llama ‘Brillante Linterna Gratis’ y cuenta con más de 50 millones de descargas. Por contratar este servicio de linterna, le estamos dando permiso para hacer fotos; grabar vídeos; acceder a la ubicación; modificar o eliminar contenido de la tarjeta SD; leer contenido de almacenamiento compartido; instalar y desinstalar accesos directos; consultar la identidad y el estado del teléfono; o tener acceso completo a la red.
Cuando instalamos una aplicación, un alto porcentaje de gente no lee sus términos y condiciones de uso y las aceptan sin pensárselo dos veces
¿Los usuarios de esta app son conscientes de los permisos que han aceptado? ¿Les compensa el servicio que reciben por el que dan? Quiero recordar que esta aplicación ha sido instalada más de 50 millones de veces. Estamos ante un problema instrumental de una app que descargamos en nuestros dispositivos móviles para que simplemente dé luz.
Este caso práctico vuelve a evidenciar la importancia de saber lo que instalamos en nuestros equipos y de leer los permisos de uso antes de aceptarlos. Los términos y condiciones de uso no dejan de ser contratos que firmamos con los desarrolladores de estos servicios. Este problema requiere de acción colectiva. Tenemos que empezar a utilizar servicios que no exploten nuestros datos y valorar la cantidad de información que producimos a diario. Hay que pasar a la ejecución. Como dijo Thomas Edison: “Una visión sin ejecución es una alucinación”.