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Tecnologías exponenciales

En los últimos tiempos se habla, y bastante, de Tecnologías Exponenciales. Es una nueva manera de ensalzar a las infotecnologías con las que se engloban, un poco amontonadas, la informática, la biotecnología, la robótica, la inteligencia artificial, la nanotecnología y la neurociencia. Se pretende incluso que sean capaces de aportar soluciones eficaces a los grandes problemas que nos acechan como son la necesidad de energía, de agua, de alimentos, la lucha contra las enfermedades, y se cita incluso su efecto sobre la educación e incluso el terrorismo.

Se trata de tecnologías que evolucionan rápidamente gracias al desarrollo exponencial de la computación que vaticinó, en 1969, el fundador de Intel, Gordon Moore, mediante la conocida Ley de Moore: «cada dos años se duplica el número de transistores en un microprocesador”.

Así ha sido desde entonces hasta hoy, cuando puede incluso peligrar esa llamada “ley” de Moore” por aquello de que la miniaturización de los circuitos electrónicos tiene un evidente límite: el número de átomos del grosor de una línea en el circuito…

Tal y como dice desde hace muchos años (mucho antes del nuevo nombre de “tecnologías exponenciales”…) mi compañero y amigo Mateo Valero: los miniordenadores y (añadiríamos ahora) los teléfonos móviles o smartphones tienen hoy más potencia informática que la que tenía todo Estados Unidos cuando puso a un hombre en La Luna en 1969.

No niego la realidad de la revolución de las infotecnologías. En realidad he hablado mucho de ella en mis clases y en algunos textos. Resulta del todo evidente.

Y, tal vez por eso, nacen también algunos posibles excesos.

Hace seis años: Peter Diamandis y Steven Kotler publicaban “Abondance: The Future is Better Than You Think” (2012, Abundancia: el futuro es mejor de lo que piensas). Oponiéndose al viejo esquema de unos pocos ricos abusando de la pobreza de la mayoría, los autores plantean que, gracias a estas tecnologías exponenciales, pronto podremos satisfacer las necesidades básicas de cada hombre, mujer y niño en el planeta. La abundancia para todos está a nuestro alcance.

Los autores hacen referencia incluso en el título de su libro a un futuro en el que nueve mil millones de personas van a tener acceso a agua potable, alimentos, energía, atención médica, educación y todo lo necesario. Y todo ello gracias a la innovación tecnológica.

No se trata de un sueño nuevo. Es el ideario habitual en los llamados “optimistas tecnológicos” que suelen olvidar siempre el lado oscuro de la tecnología, que lo tiene.

Recientemente lo formuló también Matt Ridley con su libro “The Rational Optimist” (2010, El optimista racional) que pretendía elevar a panacea esa tendencia humana innata de intercambiar bienes y servicios (por si alguien no lo reconoce, se trata del ya tradicional mercado…) olvidando las injusticias que su ciega aplicación acaba produciendo.

La tecnología es algo connatural al ser humano (e incluso a los primates…). En la prehistoria, la tecnología que usábamos era muy elemental, como elementales eran los problemas que teníamos. Hoy disponemos de una tecnología mucho más sofisticada, pero también nos enfrentamos a problemas mucho más sofisticados. De ahí a pensar que esas nuevas tecnologías van a solventar todos los problemas media un abismo.

Y, para volver al mundo de las infotecnologías, no seré yo quien niegue su gran potencial pero, por desgracia, no me puedo alimentar con “patatas virtuales”, necesito, mi cuerpo necesita, “patatas reales” para sobrevivir. Las ahora llamadas “tecnologías exponenciales” ofrecen soluciones, sí, incluso en la gestión de la agricultura, pero siguen perteneciendo a un mundo virtual, separado de la realidad material que nos rodea. Son un gran avance pero dudo que sean la panacea o el bálsamo de Fierabrás que deba resolver todos los problemas. Los únicos que los podemos resolver somos nosotros mismos, con voluntad y firmeza. Ayudados, eso sí, de la tecnología.

Honestamente espero que eso de las “tecnologías exponenciales” no sea un nombre más en esa continua renovación de la denominación de “nuestra” tecnología: computación, informática, tecnologías de la información, TIC, nuevas tecnologías, infotecnologías y, quizá, hoy pasen a ser conocidas como “tecnologías exponenciales”.

Y, sinceramente, ojalá la abundancia estuviera al alcance de todos.

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