Empezaré diciendo que respeto al pueblo estadounidense, capaz de lo mejor y de lo peor. Es un gran país y, como todos, en su corta historia ha logrado éxitos indiscutibles. Junto a errores también monumentales.
Al hablar de “estadounidenses”, me refiero a los Estados Unidos de América del Norte, esos que se llaman a sí mismos “América” olvidando que, anoten el dato, por cada estadounidense del norte (unos 327 millones de personas) hay más de tres personas en América cuya población alcanza ya la cifra de unos 1022 millones de habitantes…
Recuerden que, también, por cada estadounidense en el planeta hay otras 21 personas (somos ya más de 7350 millones), y pese a ello, quieren actuar como gendarmes de todos. Esa minoría tan minoritaria es la que, por ejemplo, desea que ningún otro país (excepto tal vez alguno de sus amigos como Israel) disponga de armas atómicas. Y son precisamente esos estadounidenses los únicos que han usado bombas atómicas para matar civiles a millares. Y no una, sino dos veces y en solo tres días (del 6 al 9 de agosto de 1945), como desgraciadamente recuerdan en Hiroshima y Nagasaki.
Viene todo esto a cuento del reciente ataque arancelario del gobernante actual de los Estados Unidos de América del Norte contra China y, concretamente, contra una empresa pujante como Huawei que empieza a hacerles sombra, sobre todo en el futuro de la próxima 5G de lo que se habla menos pero que está en el fondo del asunto.
La realidad es que, por cada estadounidense de América del Norte hay más de cuatro chinos (que son, según estimaciones recientes, unos 1403 millones de personas). De ahí a imaginar que, ya no sólo humanamente sino también tecnológicamente (y me temo que también militarmente…), pronto, tal vez en un par o dos de décadas, los chinos puedan superar a los estadounidenses del norte, va solo un paso.
Huawei es y era dependiente de un sistema operativo y ciertas aplicaciones “occidentales”, pero las acciones de ese tonto útil que gobierna a los estadounidenses, además de hacer bajar la bolsa, pueden cambiar las reglas del juego.
Un paso que, por obra y gracia de Donald Trump, parece estar acelerándose. Tal vez el “America first” de hoy se convierta, pronto y gracias a Trump, en el 中国第一 (“China first”).
Como saben, Huawei es y era dependiente de un sistema operativo y ciertas aplicaciones “occidentales”, pero las acciones de ese tonto útil que gobierna a los estadounidenses del norte, además de hacer bajar la bolsa estadounidense, pueden cambiar las reglas del juego.
Trump se cree el Tío Gilito, pero parece que no llega ni siquiera a superar a su tocayo el pato Donald. Su “jugada” es la típica que hace daño al mismo que ha disparado cuando el tiro acaba saliendo por la culata…
Sin la intervención de Trump es muy posible que las cosas siguieran como hasta hoy y que Huawei siguiera dependiendo de un sistema operativo y unas aplicaciones “occidentales”, manteniendo el statu quo en este sentido. Pero Trump ha cambiado la situación.
¿Cuánto tiempo creen que va a transcurrir sin que Huawei elabore y disponga de su propio sistema operativo y vaya creando aplicaciones adhoc? Hasta la “jugada” de Trump no les hacía falta, pero ahora les han puesto entre la espada y la pared y van a tener que reaccionar. Yo estimo en unos meses (siempre menos de un año) como el tiempo necesario para que eso ocurra. Seguro que en algún recóndito lugar de Huawei, entre aquellos que piensan a largo plazo, hay algunos que dan las gracias a Trump por ese empujón que les ha dado.
Cuando Huawei tenga su sistema operativo y el mundo tecnológico chino (o de sus adláteres) elabore las imprescindibles aplicaciones, la dependencia actual de Huawei desparecerá. El resto lo hará la fuerza del mercado en la época de la globalización o, dicho en román paladino, los bajos precios de Huawei con los que la producción estadounidense no puede ya competir…
Que conste que a mi, usar un smartphone estadounidense o chino me da igual. Ambos son, para mí, extranjeros. Y nunca olvido que por cada estadounidense de América del Norte hay más de cuatro chinos. Creo que tengo claro quien va a “cortar el bacalao” en el futuro. Y gracias a Trump, bastante más rápidamente de lo que imaginaba hace un par de meses…