Como si de una mala película de ciencia ficción se tratara, recientemente se ha sabido que el popular dispositivo Alexa, el asistente doméstico de Amazon, ha grabado conversaciones privadas de forma secreta y las ha distribuido por error.
Personalmente este tipo de “aparatos” siempre me han parecido un estorbo y el introducirlos en nuestros hogares, un grave error. Parece que el apretar un interruptor de la luz o el usar el smartphone para comprar algo desde nuestro sofá no es suficiente, y que necesitemos una ayuda extra. Hablo lógicamente de personas sin ningún tipo de minusvalía, para las cuales sí que puede resultar muy útil…
Ha quedado patente la capacidad de Alexa para grabar y transmitir nuestras conversaciones de forma oculta
Poder comprar cualquier cosa (siempre que sea en la empresa fabricante, claro) o gestionar cualquier aparato domótico parece que supone ya un esfuerzo tal que compensa el comprar un aparato que escucha y obecede de forma permanente nuestras órdenes. Alexa en un lado del salón, y Netflix en otro… Y a vivir.
Pero como todo tiene una contrapartida, hay que saber que esto es otra puerta de nuestra privacidad que de nuevo abrimos gustosos ante la promesa de nuevas comodidades. Y despúes pasa lo que pasa. Ha quedado patente la capacidad de Alexa para grabar y transmitir nuestras conversaciones de forma oculta, y de ahí a analizarlas no hay ni medio paso. ¿Repercusiones legales?… Pocas o ninguna. Son casos aislados que rápidamente se difuminan, y ahí tenemos a millones de consumidores que pagan gustosos lo que sea necesario para tener un espía en potencia en su propio salón.