Únete a la Comunidad de Directivos de Tecnología, Ciberseguridad e Innovación Byte TI

Encontrarás un espacio diseñado para líderes como tú.

Padre: confieso que he pecado

Hace ya más de cincuenta años me enseñaron que, para empezar una confesión, la frase inicial podía ser esa: «Padre, confieso que he pecado». No es que me sienta especialmente sensible con esto del nuevo año, pero sí que tal vez me convenga hacer una confesión, aunque sea en un caso de esos en los que se suele decir que en el pecado se lleva la penitencia.

En octubre de 2008, dediqué el Temporal a quejarme de la disparatada decisión de Microsoft al cambiar la interfaz de su Office 2003 en la nueva versión que se estrenaba en el entonces nuevo Office 2007.

Mi queja nacía, esencialmente, a partir de la necesidad de reaprender la interfaz de uso de todos esos programas de uso tan popular como son el procesador de textos Word, la hoja de cálculo Excel o el programa de presentaciones PowerPoint. La interfaz del «viejo» Office 2003 era la misma que se venía usando desde la creación del Office y los usuarios llevaban ya casi una quincena de años conociendo y usando esa interfaz.

Microsoft, ignorando conceptos tan elementales como la llamada curva de aprendizaje y, sobre todo, el coste de ese aprendizaje, obligó a la gran mayoría de usuarios a perder tiempo (y dinero) reaprendiendo cómo usar unos programas cuyo número de usuarios en el mundo se cuenta por millones.

Para muchos el cambio resultó tan radical como si a algún constructor de automóviles se le ocurriera poner el embrague a la derecha y el acelerador a la izquierda. Toda su experiencia y agilidad en el uso de la vieja interfaz del Office 2003 se iba al garete. Existieran o no razones tecnológicas para la nueva interfaz, lo cierto es que obligaba a un severo cambio en la forma de utilización del producto.

Ante esa tesitura había una opción posible: renunciar a usar el nuevo Office 2007 y mantener el uso de la vieja y tradicional interfaz del Office «de siempre».
Ese fue mi pecado.

Y en él he hallado mi propia penitencia.
Al principio no había problema, otras «suites» como OpenOffice pronto dispusieron de convertidores de los nuevos ficheros cuyo tipo o expansión acababa en x: docx, xlsx y pptx. Incluso la misma Microsoft, tal vez consciente del lío que podía provocar la nueva interfaz, sacó casi enseguida un add-on para la vieja Office 2003 (FileFormatsConverters.exe) que le permitía leer y adaptar los nuevos ficheros.

Sí, además de cambiar la interfaz y forzar un nuevo aprendizaje de los usuarios, Microsoft cambió también el formato de los ficheros y fue necesario un adaptador como ese convertidor de ficheros. Puestos a hacer un disparate, hagámoslo a conciencia…

Pero ya les he dicho que, pecador como soy, renuncié a usar la nueva Office 2007 o su nueva versión Office 2010. Y eso, en los tiempos que corren, es un verdadero pecado: o estás con la mayoría o la mayoría, aunque esté conducida por inconscientes (o tal vez por ello…), te acaba arrollando.

Ahora mi penitencia es que mis estudiantes y muchas de las personas con quienes trabajo no han caído en mi pecado: se han pasado a las nuevas versiones. Y resulta que los convertidores, ni siquiera el de Microsoft, ya no garantizan nada. Bastantes de las funcionalidades de la «nueva» Office no son ya compatibles ni siquiera con el convertidor de ficheros que proporcionaba la misma Microsoft.

La penitencia, evidentemente, es que he acabado usando la «nueva» Office aunque sólo sea para leer los trabajos de mis estudiantes. Aunque, debo reconocerlo, la nueva interfaz me sigue dando un cierto repelús y todavía no se usarla… Y, por si no lo sabían, si intentan usar las dos versiones de Office (la de 2003 y la de 2007/2010) en un mismo ordenador van a perder un tiempo precioso cuando el sistema pase de una versión a otra. ¡Todo son ventajas!

Me temo que voy a pasarme las navidades practicando con la «nueva» interfaz (escribo antes de Navidad por los tiempos del mundo editorial). Apiádense ustedes de mí: no va a ser divertido y, lo más grave, me va a seguir pareciendo un tiempo perdido. Tal vez en eso consista la penitencia…

Deja un comentario

Scroll al inicio