Cazar drones. Ese es el cometido que tienen agentes de la Policía holandesa ante la avalancha de aparatos voladores dotados con cámaras y todo tipo de sensores y que se convirtió en uno de los regalos estrella de las pasadas navidades. En muchas ocasiones, los drones pueden prestar servicios que serían imposibles o muy difíciles, pero su proliferación ha llevado a la primera plana la idoneidad de los pilotos. Y es que, en numerosas ocasiones, los propietarios de los artilugios no tienen idea de hacer volar a los drones de forma correcta. Si los vuelos, se producen por pilotos no experimentados en zonas de gran afluencia de público, como un concierto, una manifestación o un evento deportivo los problemas pueden llegar a resultar graves.
Para la aviación comercial y militar también los drones están empezando a suponer un peligro. Se han llegado a observar aparatos de estas características volando a 3.000 metros de altitud, lo que supone un riesgo para las aeronaves. De hecho, y sólo por poner un ejemplo, durante los incendios que asolaron California durante el pasado verano, fueron muchos los helicopteros antiincendios que tuvieron que suspender sus despegues ante el número de drones que se encontraba sobrevolando la zona para poder captar imágenes de las zonas arrasadas por las llamas.
Así que la Policía holandesa ha decidido pornerse a la tarea de cazar drones. Para ello, varios miembros del cuerpo policial, expertos en entrenar aves rapaces han escogido a un grupo de águilas para entrenarlas en su nueva tarea. En vez de atrapar conejos y pequeños mamíferos, ahora se encargarán de cazar drones. Y según se puede ver en el vídeo lo hacen bastante bien. Eso sí, sólo saldrán de cacería (de momento) en situaciones de emergencia como las arriba descritas.