A principios del siglo XIX la idea de ‘progreso’ se convirtió en la referencia fundamental de los nuevos tiempos. Desde entonces hemos asistido a una evolución constante que ha propiciado que hoy en día nadie cuestione el papel fundamental que juega la tecnología en la sociedad y en la vida de las personas. Conceptos como ‘inteligencia artificial’, ‘big data’, ‘metaverso’ o ‘centros de datos’ están emergiendo con fuerza entre ciudadanos no especializados en la materia. Ligados a ellos aparecen otros como ‘riesgos cibernéticos’, ‘fake news’, desempleo, aislamiento o adicciones, especialmente en los más pequeños. Cabe entonces hacer una reflexión: ¿es la tecnología buena o mala para la ciudadanía?
Como integrante de la voz de la industria digital, considero que la tecnología es una prolongación de las capacidades de actuación del cuerpo humano, que proporciona grandes beneficios a las empresas, los ciudadanos y el conjunto del país. Como cualquier otra herramienta, la clave está en el carácter instrumental del desarrollo tecnológico, y el uso que hacemos de ella. Su introducción, al principio ha sido y seguirá siendo inquietante, pero veremos que la tecnología no está en contra de nosotros, sino para ayudarnos.
Salvadas las distancias, podríamos decir que algo similar pasó en los años 50 con la invención del cinturón de seguridad, un elemento que hoy en día tiene más que demostrada su eficacia para salvar vidas. Sin embargo, hace más de medio siglo, la ciudadanía era reticente al cambio, pues el automóvil era visto como un símbolo de libertad y movilidad, mientras que el cinturón restringía esa libertad y era considerado únicamente para conductores inseguros o miedosos. De hecho, eran muchos los que creían más seguro salir despedidos del vehículo que llevar puesto el cinturón.
No hay duda de que un buen uso de la tecnología mejora el bien común y el progreso de nuestra sociedad
La regulación y la información fueron claves en la concienciación sobre la eficacia del uso del cinturón de seguridad. Lo mismo ocurre con la tecnología. Hay que insistir en que la tecnología no es buena ni mala, sino una herramienta a nuestro alcance que debe ser regulada en base a la forma y los fines para los que se aplica. Para ello es necesario fomentar una colaboración fluida y ágil entre las administraciones públicas y los sectores económicos, entre el sector público y privado y entre las organizaciones que formamos parte del sector industrial, pues solo de este modo, transformaremos el panorama tecnológico del país y le sacaremos el mayor provecho a la evolución tecnológica.
Con ello podremos seguir innovando e implementando las tecnologías de seguridad más creativas que tenemos, desarrollar nuevas innovaciones para preservar la competencia de nuestro país en este campo y seguir mejorando la vida de las personas. No solo de las minorías, que gracias a las tecnologías están experimentando importantes avances en inclusión social y laboral, sino para el conjunto de la población. La impresión 3D, por ejemplo, ha permitido crear prótesis personalizadas o modelos anatómicos para cirugías complejas, y también, durante la reciente pandemia Covid-19, supuso un gran alivio para la construcción de máscaras para los doctores en tiempo récord; los paneles solares o turbinas eólicas han propiciado la transición hacia fuentes de energías más limpias; y la tecnología aplicada al mundo laboral, a pesar de lo que se pudiera pensar, ha generado más empleo. Concretamente, en 2022, según datos del Barómetro de la Economía Digital de AMETIC, incrementó en más de 630.000 personas los trabajadores de la industria digital, creciendo a un ritmo anual en torno al 10%. Según nuestro Barómetro, la industria digital y tecnológica supone el 22,6% del PIB con una facturación anual de 122.000 millones de euros, con sectores tractores como los operadores turísticos, la banca, el transporte aéreo, el textil o los espectáculos artísticos y deportivos; lo que han supuesto más de 1.348 millones de transacciones en el ejercicio de 2022. Además, en el ámbito internacional, España ya se sitúa en la séptima posición europea en el ranking DESI y la 26ª posición mundial en el índice NRI.
Todo ello hace que dentro de instituciones como de la que formo parte, AMETIC, creamos firmemente en la tecnología, en la imperiosa necesidad de mostrar y divulgar sus beneficios y ayudar al resto de actores a establecer una normativa robusta que nos permita maximizar los beneficios de la oportunidad tecnológica a la par que minimizar sus riesgos. Porque no hay duda de que un buen uso de la tecnología hace que esta herramienta sea perfecta para el bien común y el progreso de nuestra sociedad.