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La falta de una gestión adecuada de la carrera profesional causa frustración en los más altos niveles directivos

Leadmans, consultora especializada en la Gestión del Liderazgo a los más altos niveles directivos, destaca la falta generalizada de una planificación estructurada de la carrera profesional por parte de los ejecutivos españoles.
“Trabajamos diariamente con directivos brillantes, volcados en la consecución de sus resultados empresariales, la mayoría de los que, sin embargo, no dedica ni un minuto al día a reflexionar y planificar el desarrollo de su carrera profesional”, explica Roberto Haig, consultor de Leadmans. Se trata de una carencia muy generalizada que deja la evolución de la carrera al azar, con varios peligros para el directivo.
La capacidad de adaptación a los cambios de los directivos españoles, su facilidad para la rápida toma de decisiones y para asumir riesgos, causas para la creciente “exportación” de directivos españoles en el mercado internacional, parecen jugar sin embargo en su contra en lo que a la planificación de la carrera profesional se refiere. Y es que, afirma Leadmans, en su planificación hay que dejar de lado la improvisación.
“La carrera profesional se debe gestionar desde un punto de vista empresarial, con objetivos claros y planes para su consecución a corto medio y largo plazo, como única manera de garantizar el aprovechamiento del potencial ejecutivo y el equilibrio entre vida profesional y personal, que está en el fondo de la felicidad de la persona”, afirma Haig.
Los peligros de la improvisación
La falta de una planificación adecuada de la carrera profesional encierra varios peligros y puede tener múltiples consecuencias negativas para el directivo. Entre ellas, destaca la situación de muchos ejecutivos que, tras un largo período de tiempo trabajando en un sector y empresa, no se sienten realizados y desean cambiar. Atrapados en una “jaula de oro”, y desperdiciados los momentos propicios para el cambio, el mismo puede resultar muy difícil, tanto por la impermeabilidad sectorial a nivel de fichajes directivos, como debido a la experiencia acumulada por la persona que fomenta la oferta de retos profesionales similares a los abordados hasta el momento.
Otro riesgo de la inadecuada planificación de la carrera suele ser la cesión a presiones externas, siguiendo un desarrollo profesional que los demás consideran el adecuado y luchando por conseguir cada vez un mayor nivel retributivo o de puesto, etc. Si el mismo, al cabo de los años, no resulta estar en consonancia con las auténticas prioridades del directivo a nivel personal, puede convertirse en fuente de una frustración con la que resulte realmente difícil lidiar.
Pero quizás el error mayor, y el más habitual, de no dedicarle suficiente importancia a la planificación de la carrera profesional viene causado por la toma de decisiones erróneas en el cambio de empleo, optando por ofertas que en el corto plazo representan muy buenas oportunidades, pero que podrían dañar irremediablemente la evolución del directivo y de la persona, si no están en consonancia con sus objetivos y prioridades a largo plazo.
Fundamentos para un adecuado desarrollo profesional
“La carrera profesional, y más cuando se trata de directivos con un gran potencial y alto valor en el mercado, se debe gestionar como un negocio, aplicando las mismas premisas y definiendo unos determinados objetivos y metas, seguidos de un plan de acciones para su consecución”, explica el consultor de Leadmans.
Dichos objetivos por supuesto, no son universales y posiblemente cambiarán a lo largo de la vida del directivo, influenciados por los cambios en sus prioridades, etc. “Su definición, aún así, resulta clave no sólo para la toma de las decisiones acertadas respecto a las oportunidades que vayan surgiendo, sino también para que el directivo busque él mismo estas oportunidades”.
Este desarrollo de la carrera profesional, según Leadmans, debe iniciarse con la definición de los principales objetivos del directivo en términos de retribución (se trata de fijar una cantidad razonable y con la que la persona se sentiría cómoda); tiempo (teniendo en cuenta que, cuanto más tiempo se dedique al trabajo, menos quedará para los proyectos personales) y reconocimiento. Se deben tomar en cuenta, además, otros factores como por ejemplo la ubicación geográfica (siendo cada vez más habitual que los directivos deban trasladarse a otro país, por ejemplo, a dirigir la central europea, para seguir su desarrollo profesional, un cambio que muchos directivos españoles hoy todavía no están dispuestos a asumir).
Una vez resuelta esta parte más difícil, el directivo debe analizar objetivamente su situación actual respecto a los objetivos planteados: lo que ha alcanzado hasta el momento y lo que le falta por conseguir, abordando a continuación un tercer paso que consiste en la elaboración de un plan nada sofisticado con las fases, las metas específicas de cada una y sus plazos de ejecución. “donde el cierre de cada etapa implica un movimiento por parte del directivo, que no necesariamente debe ser de abandonar la compañía en la que está trabajando en este momento”, explica Haig.
Dichos objetivos y planes, además, necesitan una revisión periódica, con el fin de adaptarlos en función de los acontecimientos y posible cambio de prioridades en la vida personal y profesional del directivo.

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