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El apasionante rol del CIO como inspirador de competitividad

Hace unos días el presidente de una importante empresa familiar de nuestro país compartía, en tono inspirador, que había tenido la suerte de poder dedicarse a su verdadera pasión, que cuando las cosas se hacen con ilusión esa ilusión se transmite al entorno, y a su vez que dirigir el talento de las personas que forman su equipo le hacía realmente feliz. Poco más se podría añadir.

A menudo la figura de un CIO (o de cualquier otro rol de tipo “C” relacionado con tecnología) se asocia a la de un experto en cuestiones técnicas, a la de una persona capaz de vaticinar tendencias, que puede hablar de un gran número de productos tecnológicos, de software y hardware, de gestionar proyectos, de lidiar con presupuestos, de aumentar la competitividad de las empresas, de siglas y de muchas otras cosas. Aunque esto a primera vista puede parecer un cierto reto, actualmente quedaría en parte incompleto.

El rol de CIO engloba más vertientes, exigencias y, a su vez, muchas más pasiones. Podríamos decir que un CIO debe de tener un gran componente de posición vocacional; ser un apasionado de su trabajo, un estratega nato, un embajador de aportar valor, de aportar competitividad a las empresas, y a su vez de contribuir positivamente en que los empleados se sientan productivos, y su vez felices.

No es ninguna novedad que, en un concepto actual, un CIO se constituye en mano derecha del CEO, alineado con la dirección y con las estrategias de la empresa al más alto nivel, siendo un impulsador nato de empresas digitales, de auténticas Smart Factories, de empresas en las que la tecnología es una pieza fundamental para conseguir agilidad, rapidez de acción y adaptación a entornos cambiantes. No estamos tanto ante una revolución digital, sino que lo digital avanza a una mayor velocidad, incluso terminología como “Agile” o ”Sprint” nos recuerdan dicha alta velocidad.

Un CIO se constituye en mano derecha del CEO, alineado con la dirección y con las estrategias de la empresa al más alto nivel

El CIO como un gran estratega y a su vez como un verdadero apasionado por aportar valor, por la técnica, por la seguridad de la información, por la racionalización de las cosas y de la economía (el actual modelo de pago por servicio hace que sea importante racionalizar gastos fijos), por las personas. Un defensor nato del sentido común, de la negociación, de la gestión del cambio, de que el dato de calidad y la unificación del mismo constituya el eje fundamental para tomar decisiones, de que las personas aporten valor: que la tecnología constituya un valor diferenciador para una empresa. Y todo ello unido a ser una persona apta para emociones fuertes, para lidiar con muchos asuntos en paralelo, un verdadero inspirador y una persona que contagie la tecnología y sus beneficios a todos los niveles.

Para un CIO, la pasión por las personas (en lo que se refiere a atracción, motivación y retención del talento), estar rodeado por los profesionales más competentes, el hacer que las personas trabajen en entornos felices y más digitales, el cuidar no únicamente la experiencia usuario sino no perder de vista nunca la “experiencia empleado”, el cuidar a su equipo y a las personas se convertirá en una auténtica piedra angular; en una misión fundamental. No como algo aprendido en inspiradores libros, en magistrales conferencias o en recetas mágicas, sino como algo que realmente nace del alma, que se convierte en el común denominador de las personas que componen la organización; en el alma de la organización. Que todo esté alineado bajo ese común denominador, ya que no se está exento de caer en ciertos postureos, en fotografías (posiblemente retocadas con Photoshop) de “Happy Companies”, donde lo importante es aparecer en rankings. Posiblemente hoy en día estemos, en parte propiciado por las redes sociales profesionales, ante una cierta dosis de “postureo” en muchos niveles.

Un CIO que intente desvivirse por aportar valor, por la excelencia, por gestionar proyectos adecuadamente, que sea un apasionado de su trabajo y que transmita todo ello, con un sinfín de motivadores retos, que intente potenciar al máximo a su equipo humano, haciéndole disfrutar y crecer conjuntamente, inspirador de “soft skills” del equipo, posiblemente actuará como un imán de talento.

Actualmente el talento tecnológico, y no únicamente el tecnológico, es un bien preciado y se podrá ser inspiradores y atraer talento, o bien convertirse en una especie de “espantadores” de talento en donde un trato mejorable, una falta de retos, desencantos, no sentirse valorados técnicamente o humanamente, o muchos otros factores contribuyan en esa descapitalización de talento. Un CIO sin un gran equipo humano, tanto en lo que se refiere a cualidades humanas como técnicas, poco margen de acción tendrá.

El rol de CIO en una empresa es ciertamente apasionante, y quien sabe si poco apto para personas que no les entusiasmen en cierto modo las “emociones fuertes” (no dejando de lado el rol de CISO que entra de lleno en ese capítulo de emociones fuertes, tanto si depende del CIO como si no), en un entorno tan cambiante en donde lo digital se convierte en clave para cualquier empresa, para su competitividad y para su continuidad.

Por Antonio Ferre Albero, CIO de Plastic Forte

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