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Cómo no ser una empresa conscientemente equivocada

La mayoría de los científicos coinciden en que el mayor porcentaje de las decisiones que los humanos tomamos a diario se hacen de manera inconsciente. Y en ese grupo, el de humanos, estamos incluidos todos, da igual gustos, nivel intelectual, hábitos…Se cree que casi el 5% de nuestra función cognitiva se realiza conscientemente, el resto se hace de forma ajena a nuestra decisión.

Las últimas investigaciones apuntan a que el trabajo de la consciencia se dirige a integrar maneras nuevas de hacer las cosas dentro la parte inconsciente de nuestro cerebro. Esto o vemos claro cuando empezamos las primeras clases para aprender a manejar cualquier vehículo: ajustar los asientos al milímetro, mirar por los espejos, comprobar por el parabrisas, penar en la posición de los pies, comprobar los mandos, pisar el acelerador… todo de forma coordinada, puntual y sufriente para que salga bien.

Según avanzan las clases percibimos que ya no se hace nada de forma “consciente” y que, tras la práctica, el cerebro ha interiorizado su nueva destreza y ahora la desarrolla de una forma más eficiente. Es una de las virtudes de la consciencia que nos ayuda a agregar modos más eficientes de trabajo basados en un criterio más elevado que los instintos más irracionales. Esto es, casi de la misma forma que realiza la dirección dentro de cualquier empresa. Pero, y si el cerebro recibiera información equivocada y decidiera en función de ello, qué ocurriría.

Imaginemos que cuando visitamos al médico nos dijera que le miremos con atención y pasados unos segundos le detallemos que lleva puesto. Una blusa típica blanca, pantalón azul marino de algodón, mocasines azules…Nos sorprende la pregunta pero, nada más, ya que, en nuestro caso, al contrario que en el caso de Carlos, podemos ver. Carlos, un nombre ficticio inventado por los investigadores, no podía ver y le dio al doctor una descripción precisa de lo que llevaba puesto, eso sí, absolutamente errónea.

Sin inmutarse, el médico alzó su mano y le preguntó a Carlos qué tenía en ella, y que se lo describiera. Carlos, sin más, le dijo que una carpeta gris pero en realidad el doctor no tenía nada.

Carlos no mentía, estaba convencido que estaba en lo cierto porque su cerebro no le permitía saber que no veía. Carlos, estaba conscientemente convencido de que estaba en lo cierto, que lo que le había dicho al médico era verídico pero, era un error. Carlos, estaba conscientemente confundido. Nos referimos al síndrome de Antón, que por raro que parezca es un hecho real, no un caso aislado.

Lo mismo sucede con la anosognosia, una falta total de conciencia sobre la propia enfermedad, como el caso del juez Douglas. El juez, tras haber quedado paralítico, se negaba a admitir que su imposibilidad de ponerse en pie, andar…Cuando los médicos que le atendían le pedían que les acompañara, él lanzaba multitud de excusas para no ir. Su cerebro no reconocía que, realmente, no pudiera andar, se autoengañaba, estaba creando una visión de la realidad ficticia.

La mayoría de las empresas que necesitan integradores de desarrollo de software fijan la toma de sus decisiones conscientes en criterios equivocados

Si una empresa tomara sus decisiones basándose en unas percepciones tan erróneas como la descritas, ¿Qué pasaría? Pues que sería una empresa equivocada pero, lo que es peor, ¡con consciencia! Pero ¿Y si fuera la nuestra?

La mayoría de las empresas que necesitan integradores de desarrollo de software fijan la toma de sus decisiones conscientes en criterios equivocados, como sucede en la anosognosia. Están en un error, pero consciencia. Se fían de la información que les llega para decidir pero, esta información es errónea de base para la toma de decisiones que requieren.

Es el precio por hora de esfuerzo de desarrollo de software el que estas compañías toman como norma al decidir qué integrador es el más económico. Están convencidos de que el coste baja de esta forma, de que su departamento de compras estará satisfecho. Pensarán que han obtenido la mejor tarifa, la más baja, que son los mejores ¡sin duda! Sin embargo la tarifa es lo de menos, no obstante, no se percatan. Lo decisivo es saber cuántas horas conllevará el desarrollo del producto software. Sin poner control a estas horas la tarifa reducida sirve de poco. La Comisión Europea se ha dado cuenta de ello y ha dejado de estar conscientemente equivocada. Sin controlar estas horas la tarifa reducida de poco sirve. De ello se ha dado cuenta la Comisión Europea y ha dejado de estar conscientemente equivocada.

De esta manera, la Comisión Europea, al romper esa toma de decisiones viciada ha avanzado decisivamente. Y es que se han decidido a utilizar una medida del producto software (los puntos función) en lugar de utilizar el esfuerzo o la tarifa, para lograr una verdadera gestión consciente y acertada de sus proveedores de desarrollo de software, como si de una piedra Rosetta se tratara. El coste unitario por unidad de producto software si les está permitiendo saber qué integrador es realmente el más barato o el que mejor relación calidad-coste-productividad les ofrece.

Y es fundamental ya que con ello queda avalado el resultado sobre el Mercado de Desarrollo de Software para 2023 mostrado en el último Informe Quanter en el que muestran que tarifas similares de hora de desarrollo de software pueden conllevar costes unitarios por unidad de producto software absolutamente distintas. O lo que es igual, una tarifa más económica puede enmascarar un coste final del producto muy elevado. La pregunta que deberíamos hacernos sería si somos una compañía conscientemente equivocada o ya hemos salido de esta trampa.

Por Julián Gómez Bejarano, Chief Digital Officer LedaMC

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