Como siempre sucede se aprende mucho más de las situaciones difíciles que de las fáciles. El viejo adagio, “per aspera ad astra”, sigue igual de vigente. Nada nuevo en fin.
La dura situación vivida en España fruto de la crisis provocada por el COVID-19 provocará enormes dificultades durante mucho tiempo, de las que no me cabe duda, saldremos colectivamente reforzados. Y de la cual, si somos inteligentes, deberíamos también aprender mucho.
Cada cual debe atisbar desde su sofa¡á, desde aquello que humildemente conoce y crea que podría ayudar a mejorar. Las oportunidades que nos brinda una analítica de datos que podríamos haber usado mejor en esta situación y que, sin duda, haremos en futuras ocasiones, esperemos no tan dramáticas.
Los sectores sanitario y bio-farmacéutico son algunos en los que la incidencia de utilizar Big Data tiene una relevancia especial
La masiva informatización de los procesos de negocio de las empresas ha provocado la acumulación de una cantidad ingente de datos en las últimas décadas que es además una tendencia creciente. Las necesidades de cálculo, por tanto, han crecido exponencialmente, porque de nada sirve acumular datos sino haces nada útil con ellos. Todo ello nos ha llevado a denominar los tiempos actuales como la era del Big Data. Tiempos en los que se requieren nuevas tecnologías para gestionar y extraer el valor de todos esos datos complejos que se generan en gran volumen y con velocidad creciente.
Si bien este fenómeno afecta a todos los sectores, los sectores sanitario y bio-farmacéutico son algunos en los que la incidencia de este fenómeno tiene una relevancia especial. En el mundo de la salud, hace tiempo que es posible perfeccionar el diseño racional de fármacos, algo que evita el método tradicional de prueba-error y lo sustituye por el conocimiento anticipado digitalmente de cómo actuará una sustancia específica en un cuerpo de recepción. Y todo lo consigue – o favorece a conseguirlo por no ser excesivos – la supercomputación.
La investigación de fármacos y el diseño racional de los mismos ha cambiado drásticamente, el número de moléculas que tienen que ser diseñadas para encontrar un fármaco activo se reduce de manera drástica porque la síntesis se ha racionalizado virtualmente. No es algo nuevo en la industria farmacéutica. Lo que si lo es, es tratar de explotar más la supercomputación para afinar los resultados.
Es sabido que en el desarrollo de un fármaco existe una fase inicial en la que se necesitan infinidad de pruebas. Tradicionalmente esto se ha realizado de modo experimental en el mundo físico, pero en la actualidad y cada vez más en el futuro, se realiza de modo computacional, permitiendo que el número de pruebas se reduzca de modo muy significativo.
En la actualidad ya existen una serie de herramientas tecnológicas dirigidas a la simulación computacional para facilitar el lanzamiento al mercado de nuevos fármacos y moléculas. Pero las necesidades de cálculo son tan elevadas que ya no hablamos simplemente de computación, sino en puridad de supercomputación.
Estas necesidades están ligadas a un desarrollo tecnológico y científico avanzado, por lo que podemos decir que la demanda de este tipo de recursos es también una medida del desarrollo de un país. Las naciones que cuentan con los mejores recursos de supercomputación son también aquellas que dedican un mayor gasto en investigación científica y técnica. Pero los centros de supercomputación son instalaciones complejas y de un coste elevado que solo se justifica si existe una demanda suficiente para amortizar su coste.
La democratización de la supercomputación
Desde hace algunos años, unas pocas compañías como la nuestra, conscientes de esa necesidad que resultaba de enorme utilidad pero suponía fuertes inversiones, decidimos, aprovechando los avances en capacidad de cálculo que ya estaban experimentando los ordenadores personales, comenzar a desarrollar una tecnología propia basada en la computación en malla que permitía que esas mismas capacidades de cálculo infrautilizadas de cualquier organización sirvieran para trabajar coordinadamente como auténticos “superordenadores”.
Es solo un ejemplo, pero hay muchos otros que permitirán innovar más eficientemente y contar, en definitiva, con auténticas capacidades de supercomputación por una fracción del coste de los sistemas empleados habitualmente. En el futuro habrá nuevos conflictos, es inevitable, pero dispondremos de nuevas armas y estaremos mejor preparados.
Fernando Díaz, director para la Administración Pública IMC Group