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El miedo a la inteligencia artificial

El 6 de mayo, el sociólogo Anthony Giddens publicaba en La Vanguardia su texto “Una Carta Magna para la era digital”. La idea principal, desde su óptica británica (es decir, en un futuro cercano, no europea…), era que la Carta Magna fue adoptada en su día para “evitar que la realeza abusara de su poder”. De forma parecida, Giddens establecía que “Los nuevos reyes son hoy día las grandes empresas de tecnología. Sus súbditos somos todos nosotros y hacen acopio de nuestros datos personales que manejan para fines tanto buenos como malos. Pese a todos los beneficios cosechados también se producen abusos. En la actualidad, como entonces, necesitamos una carta para controlar estos nuevos poderes”.

Mucho tiempo ha transcurrido desde 1215, cuando el rey Juan I de Inglaterra (después conocido como Juan sin Tierra) aceptó ese documento que, en 63 artículos, aseguraba los derechos feudales de la aristocracia frente al poder del rey.

Evidentemente, siendo puristas, habrían hecho falta muchas más Cartas Magnas que limitaran el poder de, por ejemplo, los banqueros, los publicistas y de tantos otros que han hecho mucho daño a quienes, teóricamente, detentamos hoy el poder. Recordemos que, en el apartado segundo del articulo primero de la Constitución española, se dice, literalmente, que: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”.

Según Giddens (y para cualquier observador mínimamente informado) es cierto que, hoy en día, esos poderes residen en aquellos que realmente los ejercen, ya sea por desidia o desinformación de los verdaderos poseedores de la soberanía de la que emanarían los poderes reales. De nuevo banqueros y publicistas siguen en el ojo del huracán, aunque ahora añadamos las nuevas empresas de tecnología informática.

Es curioso constatar como se va manifestando un miedo creciente a las posibilidades de la inteligencia artificial (IA) que acaba presentándose como epítome de lo mucho, bueno y malo, que nos está aportando la era digital.

Giddens no es el primero.

Recuerdo como hacia 2014, el difunto Stephen Hawking añadió su firma a un manifiesto que pretendía alertar de los peligros de la IA. En la “gira” promocional de ese manifiesto, Hawking llegó a decir que “La inteligencia artificial podría significar el fin de la raza humana”. Algo parecido a lo expresado por Elon Musk, CEO de Tesla, quien dijo “Con la inteligencia artificial estamos invocando al demonio” y que la IA “puede ser más peligrosa que las armas nucleares”. ¡Ahí es nada!

Es curioso constatar como se va manifestando un miedo creciente a las posibilidades de la inteligencia artificial (IA) que acaba presentándose como epítome de lo mucho, bueno y malo, que nos está aportando la era digital

Hace años que suelo decir que la tecnología (algo siempre inmanente a lo esencialmente humano) dispone de dos caras casi siempre opuestas.

Por una parte está la parte brillante, la novedad, aquello que nos lleva a querer usar la tecnología, todo aquello que parece bueno en la tecnología y reclama nuestra atención e interés.

Pero la tecnología dispone también de un lado oscuro (como ocurre con la “fuerza” en Star Wars…). Ese lado oscuro, a veces incluso tenebroso, que sólo aparece con el uso y que, tal vez de haberlo conocido con antelación, nos hubiera llevado a ser más críticos con nuestra aceptación tan a ciegas de las novedades tecnológicas.

Por poner sólo algunos ejemplos, disponer de automóviles está bien pero nadie, hace un siglo, nos había hablado de que, por usarlos en la forma como los usamos, habría dos o tres mil muertos al año en España sin contar los muchos lesionados, tetrapléjicos incluidos, que nos aporta la tecnología del automóvil.

Ahora parece que la moda, incluso entre gente no especialista es desconfiar de la IA. Recordemos que ni Giddens ni Hawking son especialistas en IA y que hablan de ella sólo por referencias. Se les supone informados como personas cultas, pero eso no les convierte en autoridades en la materia. Hace años que digo que cuando Hawking habla de agujeros negros (o, mejor, grises) hay que hacerle caso: es quien más sabía de esas cosas… Pero de Inteligencia Artificial, igual sabía tanto como Giddens…

Ambos suelen referirse a lo que hoy llamamos “inteligencia artificial fuerte” para la cual parece que no hay, hoy en día, prácticamente financiación. Hay otras opciones: la inteligencia artificial débil de la que habrá que hablar otro día…

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