Atrás quedaron los días de libros de texto polvorientos y pizarras chirriantes. Las aulas de hoy están llenas de pantallas interactivas, ordenadores portátiles y una amplio abanico de herramientas digitales. Aunque no cabe duda de que la tecnología ofrece posibilidades apasionantes para el aprendizaje, un movimiento creciente insta a la comunidad educativa, en general, a replantearse el enfoque único de la tecnología en las aulas.
De hecho, un reciente estudio de Epson puso de relieve que una gran dependencia de las herramientas digitales -en concreto, portátiles y tabletas- puede provocar lagunas en el aprendizaje. En la actualidad, el 49% de docentes en España cree que los portátiles y las tabletas pueden tener un efecto perjudicial en el aprendizaje. A pesar de ello, los responsables políticos de todo el mundo siguen impulsando la innovación digital y la inteligencia artificial en las escuelas.
Este impulso generalizado de modernización de la enseñanza deja tras de sí una serie de incertidumbres. ¿Cómo garantizar que la tecnología potencie el aprendizaje en lugar de obstaculizarlo? ¿Cómo hacer frente a la brecha digital y garantizar que todo el alumnado tenga el mismo acceso a la tecnología y los conocimientos necesarios para utilizarla eficazmente? ¿Y cómo podemos preparar a los y las docentes para que integren eficazmente la tecnología en sus aulas?
Éstas son sólo algunas de las preguntas más apremiantes a las que hay que dar respuesta en la era digital de la educación, pero sin duda la cuestión a la que la comunidad educativa debe dar respuesta es: ¿hacia dónde nos dirigimos?
El contragolpe tecnológico
Entender la evolución del panorama y crear una solución que lo respalde empieza por comprender qué opinan las personas más cercanas sobre el impacto de la tecnología en la educación.
Por supuesto, las mejoras tecnológicas en la educación han hecho la vida más fácil a los y las estudiantes. En comparación con una pila de cuadernos, una tableta o un portátil son relativamente ligeros. En lugar de rebuscar entre innumerables libros para investigar, navegar por un solo libro electrónico es mucho más fácil. Además, la exposición a la tecnología está ayudando a los estudiantes a desarrollar esas habilidades digitales necesarias para un futuro mundo laboral que, posiblemente, hoy nos resulte inimaginable.
Por otro lado, la tecnología también ha dificultado las cosas al profesorado. Desde la corrección hasta la planificación de las clases, los y las docentes se ven a menudo desbordados por una pesada carga de trabajo. En Francia, los educadores desprecian un plan del año pasado que consideran una orden de trabajar más, a pesar de estar ya sobrecargados de trabajo, mientras que al menos otros 24 países de la UE luchan contra la escasez de docentes.
Los profesores y profesoras tienen que aprender y adaptarse a las nuevas tecnologías y formas de trabajar -además de todo lo demás- para resolver la crisis de la carga de trabajo. Además, los equipos docentes quieren enseñar; no quieren estar preguntándose si el alumnado utiliza herramientas como ChatGPT para hacer trampas. Sí, algunos centros han implantado herramientas para controlar y restringir el uso de la tecnología, pero pueden ser engorrosas y llevar mucho tiempo, lo que les deja atrapados entre «enseñar o actuar como guardias de prisión».
Es más, cuando se les pidió que reflexionaran sobre el impacto de los portátiles y las tabletas en el aula, el 86% del profesorado europeo señaló uno o más problemas. En España, más de la mitad (54%) afirman haber observado un declive en las habilidades de lectura, el 41% afirman que se ha reducido la retención de conocimientos y el 28% dicen haber visto una correlación con la reducción de la atención en clase. Además, según el mismo estudio, el 62% de las familias españolas afirma que la gestión del tiempo frente a la pantalla se ha vuelto más difícil con la proliferación de tareas escolares basadas en la tecnología.
El problema es que, con demasiada frecuencia, los responsables políticos anuncian iniciativas diseñadas para ayudar al profesorado basándose en sus propias perspectivas sobre lo que necesita el personal docente. Los responsables políticos, que establecen el marco general de las normas educativas, la financiación y los requisitos de los planes de estudios, pueden pasar por alto los retos matizados a los que se enfrentan quienes están en el aula. Casi tres cuartas partes (73%) de profesores y profesoras encuestados en España sostiene que estos responsables políticos tampoco están lo suficientemente cerca de la realidad del aula como para hacer las mejores recomendaciones. Dado el rápido ritmo de los avances tecnológicos, es crucial reevaluar nuestro enfoque actual y garantizar que las políticas se basen en las realidades de la enseñanza y el aprendizaje.
Lograr el equilibrio adecuado
La solución no es prescindir por completo de la tecnología, sino encontrar el equilibrio adecuado. De hecho, el 88% de docentes y familias en nuestro país han observado un impacto positivo del uso de libros de texto y hojas de trabajo tradicionales en las aulas. Más de dos tercios (69%) de los profesores afirman que mejoran la capacidad de lectura, mientras que el 52% de docentes -y el 43% de las familias- afirman que los materiales impresos permiten retener mejor los conocimientos.
El 88% de docentes y familias en nuestro país han observado un impacto positivo del uso de libros de texto
Estos resultados concuerdan con la creciente evidencia académica que sugiere que los y las estudiantes aprenden mejor en papel que en pantallas individuales. Estudios de instituciones como el Instituto Karolinska de Suecia han puesto de relieve que las herramientas digitales, aunque beneficiosas en algunos contextos, a menudo perjudican el aprendizaje en lugar de mejorarlo cuando se utilizan en exceso o sin equilibrio.
Ahora existe una oportunidad para el cambio. La creciente tensión entre el uso de la tecnología en casa y en la escuela ha llevado a reclamar una estrategia más cohesionada, en la que las herramientas digitales no se consideren un sustituto del aprendizaje tradicional, sino un complemento. Se trata de reequilibrar los recursos digitales y en papel para las aulas. Al reequilibrar los recursos, los educadores pueden reducir el tiempo dedicado a supervisar y gestionar las herramientas digitales, lo que les permite centrarse en lo más importante: la enseñanza.
Además, los y las docentes pueden adaptarse mejor a los distintos estilos de aprendizaje: el 46% de los profesores y el 43% de las familias están de acuerdo en que el uso de materiales impresos ayuda más a los alumnos diversos. La tecnología siempre tendrá un lugar en las aulas, pero no debe ser la única. Tomemos como ejemplo la introducción de las calculadoras en los años ochenta, a pesar de la preocupación de que el alumnado pudiera fracasar en el aprendizaje de las matemáticas. Era una tecnología que mejoraba el aprendizaje sin comprometer el dominio de las destrezas fundamentales por parte del alumnado.
El reto, por tanto, consiste en equilibrar la innovación con prácticas pedagógicas basadas en la evidencia. Todo ello debe basarse en los conocimientos de quienes están en primera línea de la educación. Tanto las familias como el profesorado ven a menudo los efectos de primera mano de las políticas destinadas a modernizar la educación y sus opiniones, ahora más que nunca, deben tenerse en cuenta.
Equilibrio entre tecnología y educación
Las prisas por adoptar la tecnología en la educación han creado un movimiento pendular, dejando algunas aulas sin el equilibrio esencial entre los materiales de aprendizaje digitales y tradicionales.
Es importante recordar que el objetivo no son sólo aulas equipadas digitalmente, sino alumnado alfabetizado digitalmente, sin olvidar los métodos de enseñanza probados. Por eso, la comunidad educativa debe invertir en la tecnología adecuada que complemente los métodos tradicionales, como impresoras de alta calidad y pantallas interactivas. Responsables políticos, profesionales de la enseñanza y fabricantes de tecnología deben trabajar juntos para garantizar que la tecnología mejore el aprendizaje, no que lo dificulte.
Si adoptamos un enfoque equilibrado, podemos crear un sistema educativo que dote a los y las estudiantes de las herramientas que necesitan para el futuro, no sólo en lo relativo a la competencia digital, sino también a sólidas competencias básicas y de una profunda comprensión que se deriva de la interacción con materiales tradicionales.
Aunque seguirá habiendo incertidumbres en torno a la tecnología en la educación y muchas preguntas para las que aún no tenemos todas las respuestas, una cosa está clara: los libros de texto y las tabletas tienen cabida en el mismo aula; solo tenemos que encontrar el equilibrio adecuado.
Resumen de las estadísticas a escala europea
- El 40% de los y las docentes cree que los portátiles y las tabletas pueden dificultar el aprendizaje
- El 86% de profesores y profesoras señalaron uno o más retos cuando se les pidió que reflexionaran sobre el impacto de los portátiles y las tabletas en el aula.
- El 39% afirma haber observado un descenso en las capacidades de lectura.
- El 27% afirma que ha reducido la retención de conocimientos.
- El 16% afirma haber observado una correlación con un menor rendimiento escolar.
- El 58% de las familias afirma que la gestión del tiempo frente a la pantalla se ha vuelto más difícil con la proliferación de tareas escolares basadas en la tecnología.
- El 50% de docentes afirma que los responsables políticos no están lo suficientemente cerca de la enseñanza como para hacer las mejores recomendaciones.
- El 86% de docentes y familias observan un impacto positivo en el uso de libros de texto y fichas impresas tradicionales en las aulas.
- El 63% de los y las docentes afirma que los libros de texto y las hojas de trabajo tradicionales mejoran la capacidad de lectura.
- El 47% de docentes y el 42% de familias afirman que los materiales impresos permiten retener mejor los conocimientos.
- El 44% de docentes y el 46% de familias están de acuerdo en que el uso de materiales impresos favorece la diversidad del alumnado.