Poco más se puede añadir sobre el uso y evolución de la Inteligencia Artificial que no se haya dicho en los últimos meses. Con sólo abrir redes sociales, como LinkedIn, o navegar por cualquier portal de noticias tecnológicas, podrá apreciarse que no se habla de otra cosa: el salto cualitativo tan brutal que herramientas y soluciones de todo tipo están viviendo gracias a la irrupción de tecnologías basadas en inteligencia artificial, como ChatGPT, Dall-E o Midjourney.”
Nunca antes se había visto una revolución igual tras la vivida con la aparición de internet a mediados de los 80 y de los primeros buscadores a inicios de los 90.
La Web2 en la era de las puntocom (2004) hizo un amago de poner todo patas arriba permitiendo la interacción y colaboración entre usuarios a través de las redes sociales, pero pronto vimos la otra cara de la moneda: una web centralizada donde grandes empresas controlan las infraestructuras y aplicaciones ofreciendo servicios “gratuitos” a cambio de datos personales.
Los usuarios vivíamos en una ilusión que nos hacía creernos poderosos, pero donde perdíamos todo el control y dejábamos que los algoritmos nos condujeran hacia una dirección concreta.
Ni siquiera ha supuesto tal revolución el hype que se ha vivido en los últimos dos años con la aparición de la Web3 y la eclosión de un ecosistema descentralizado sustentado en la Blockchain donde los NFTs, las criptomonedas, las DAOs y el Metaverso iban a cambiar la forma de interactuar entre las personas.
Pero si el Metaverso a día de hoy parece más humo que realidad, la irrupción de las IAs presentan un avance sin parangón que sacudirá nuestro universo digital y transformará múltiples facetas de nuestro día a día; desde las funciones desempeñadas en nuestros trabajos, su eficiencia operativa y productividad, hasta la forma de relacionarnos e incluso de hacer negocios.
No obstante, como decía Peter Parker: “todo gran poder conlleva una gran responsabilidad” y la inteligencia artificial, como cualquier herramienta poderosa, también tiene su lado oscuro: el uso indebido de la tecnología para cometer cualquier tipo de delito.
De hecho, recientemente se ha firmado una carta donde investigadores de distintas partes del planeta y figuras influyentes como Elon Musk, hacen un llamamiento para parar el desarrollo de las inteligencias artificiales avanzadas durante, al menos, seis meses, ante el supuesto riesgo que pueden suponer estos avances para la humanidad.
La IA también puede ser utilizada para realizar suplantaciones de identidad a través de deepfakes
Los ciberdelicuentes pueden usar algoritmos de inteligencia artificial para realizar todo tipo de fraudes suplantando la identidad de las personas en entornos digitales.
Por ejemplo, alguien podría usar ChatGPT para generar contenido falso que pretenda imitar la identidad de otras personas, lo que podría tener consecuencias negativas para la reputación de las personas suplantadas y la confianza de los consumidores.
La IA también puede ser utilizada para realizar suplantaciones de identidad a través de deepfakes, manipulaciones digitales de imágenes, videos o audios que utilizan algoritmos de aprendizaje profundo para cambiar la apariencia y la voz de una persona.
Los villanos se hacen cada vez más fuertes
Afortunadamente, las empresas pueden contar con especialistas que las acompañen a afrontar con éxito estos desafíos. Usando el mismo “superpoder” que los estafadores, basado en tecnologías de aprendizaje profundo y redes neuronales, Mobbeel, compañía de SIA, con más de 13 años de experiencia en identidad digital, puede ayudar a las organizaciones de cualquier sector a combatir el fraude.
El primero de sus “superpoderes” es la biometría, es decir, el conjunto de técnicas que permiten identificar de manera inequívoca a una persona por sus rasgos físicos (reconocimiento facial o de voz) o de comportamiento (firma biométrica). Además, el uso combinado de varias biometrías (autenticación multifactor), o como segundo factor de autenticación, refuerza la seguridad de cualquier proceso.
Otros “poderes” emanan de la IA y ayudan a evitar los deepfakes. Por una parte, usa técnicas de prueba de vida que detectan ataques a través de pantallas, fotografías o máscaras y en las que se pide un movimiento aleatorio al usuario que dificulte la generación y reproducción de deepfakes; por otra, técnicas de deep learning como Vision Transformers con tasas de éxito superiores al 80%.
En definitiva, la inteligencia artificial no es buena o mala per se, sino que dependerá del uso que se haga de ella. Por ello, Mobbeel, con tecnología probada antifraude, puede ayudar a las empresas a protegerse de estos riesgos y garantizar la seguridad y confianza de sus clientes. La IA puede ser una gran aliada para las organizaciones en su lucha contra el fraude y la suplantación de identidad, siempre y cuando se utilice de forma responsable y ética. Porque toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.
Por Rafael Campillo Lorenzo, CMO de Mobbeel, compañía de SIA.
*Imagen sin derechos de autor: diseñada con una inteligencia artificial (Midjourney)