La edición de SIMO de este año recién clausurada posiblemente sea la última. Hago esta afirmación por mi cuenta y mucho riesgo, entre otras cosas porque es imposible tener una opinión de la organización del evento: ya, no solo no publicitan el certamen, si no, algo que no cuesta, como, por ejemplo, convocar una rueda de prensa para dar detalles, o una simple nota para enviar a los medios, han brillado por su ausencia.
Al final pienso que, a diferencia de años pretéritos, a los actuales responsables del certamen les da vergüenza citar a los periodistas para contarles que SIMO se ha reducido a un pabellón, en el que se dispersan unas cuantas empresas para ofertar, en esta ocasión, sus propuestas para el mercado de la educación.
No es que esté mal este enfoque, pero se echa de menos una explicación. Unas palabras para justificar el fracaso de unos directivos que hundieron una feria importante para Madrid. Para reconocer que no han sido capaces de hacerla remontar, y que se han conformado con que alguien de fuera les monte una exposición interesante, pero que no tiene nada que ver con la gran muestra del pasado.
Solo cinco compañías de las grandes, Samsung, Lenovo, HP, Epson y Dell, con stands de compromiso, han apoyado este escuálido SIMO, que no creo que repita nombre en épocas futuras: como si fuera una premonición, en el logo de este año SIMO figura con una tipografía mucho más pequeña que la de Educación; todo un síntoma.
Una gran pena que IFEMA no sea capaz de encontrar profesionales que conozcan nuestro sector, para organizar una muestra como ha hecho Barcelona o el propio Hannover. Sé que es difícil igualar estos dos ejemplos opuestos, pero por lo menos se podría haber intentado: máxime cuando las empresas tecnológicas, en su mayoría, se encuentran radicadas en nuestra capital y la mayor parte de ellas seguro que dispuestas participar si se les realizara una propuesta atractiva.
Hay veces que la prepotencia no deja ver el bosque. Explíquenme si no, como justificar la decisión de Microsoft de cambiar el nombre de Nokia por el de Microsoft para denominar a sus móviles Lumia. A partir de ahora, se cargan una marca superconocida como Nokia, asociada como ninguna a los dispositivos móviles, para llamarles Microsoft Lumia. Lo mismo que el anuncio que se puede ver los días de partido en el Bernabéu: «Microsoft Surface», a secas, a todo color; una pasta gastada en una publicidad ininteligible para la mayoría de personas que acuden a este tipo de eventos. Se piensan que la gente escucha «Microsoft» y se lo quitan de las manos. ¡Así les va!