RFID (siglas de Radio Frequency IDentification) es un método de almacenamiento y recuperación de datos remotos que utilizan unos elementos denominados etiquetas o tags RFID. Se trata de pequeños dispositivos, al estilo de una pegatina o una etiqueta de las que marcan el precio en una etiqueta de código de barras, que puede ser adherida o incorporada a un producto, animal o persona. Si embargo, en este caso no nos encontramos ante los típicos códigos de barras como el que puede encontrar en la portada de esta revista. La principal diferencia con la metodología tradicional de marcación es que las etiquetas que utilizan la radiofrecuencia incorporan en su interior antenas para permitirles recibir y responder a peticiones por radiofrecuencia desde un emisor-receptor RFID. Las etiquetas pasivas no necesitan alimentación eléctrica interna, mientras que las activas sí lo requieren.
¿Por qué?
Cada día se incrementa de forma más importante el número de productos, de soluciones, de transporte de mercancías, de innovaciones o de medidas de seguridad. Por tanto, el número de datos y de información que necesita ser comprobada y almacenada es cada vez mayor y más compleja. En la actualidad es imprescindible poder identificar los productos e incluso a las personas. Fue por este motivo por el que se crearon los códigos de barras que como hemos visto, empiezan a quedarse obsoletos. Sin embargo, esos códigos de barras permitieron que, por ejemplo, los productos de un supermercado pudieran ser fácil y rápidamente identificados y además se aportaran mayores medidas de seguridad ya que cada elemento se convertía en único y diferente respecto a todos los demás.
La tecnología RFID ha perfeccionado estos códigos. Se trata de un sistema para identificar objetos mediante ondas de radio que nació en los años 60 que se comenzó a popularizar en los 80 y ahora se encuentra en su momento de expansión y pretende revolucionar el mundo de la distribución y de todo aquello que necesite ser identificado.
En qué consiste
Las etiquetas RFID tienen un chip capaz de almacenar y actualizar datos. Esta información puede ser un simple identificador (que luego asociamos en nuestros sistemas a toda la información del producto) o datos más complejos sobre la procedencia del producto, sus características, fecha de envasado y caducidad, etc. Esta información se puede actualizar y completar a lo largo de todo el proceso, desde que el producto se fabrica hasta que es adquirido por el consumidor en el supermercado.
Toda etiqueta RFID, también denominada chip o transponedor, contiene una pequeña antena emisora que puede ser activa o pasiva (permanece inactiva hasta que se le solicita información). La información que alberga debe ser leída con un receptor adecuado. Las tarjetas de baja frecuencia se caracterizan porque emiten ondas de radio a una distancia de hasta unos seis metros dependiendo del tamaño de la antena del Tag y de la potencia y frecuencia en la que opera el lector y suelen ser pasivas.
Por su parte, las etiquetas RFID semi-pasivas son muy similares a las pasivas, salvo que incorporan además una pequeña batería. Esta batería permite al circuito integrado de la etiqueta estar constantemente alimentado. Además, elimina la necesidad de diseñar una antena para recoger potencia de una señal entrante. Por ello, las antenas pueden ser optimizadas para la señal de backscattering. Las etiquetas RFID semi-pasivas responden más rápidamente, por lo que son más fuertes en el ratio de lectura comparadas con las etiquetas pasivas.
Finalmente nos encontramos con las etiquetas RFID activas. Su principal característica es que deben tener una fuente de energía, y pueden tener rangos mayores y memorias más grandes que las etiquetas pasivas, así como la capacidad de poder almacenar información adicional enviada por el transmisor-receptor. Actualmente, las etiquetas activas más pequeñas tienen un tamaño aproximado de una moneda. Muchas etiquetas activas tienen rangos prácticos de diez metros, y una duración de batería de hasta varios años.
Como las etiquetas pasivas son mucho más baratas de fabricar y no necesitan batería, la gran mayoría de las etiquetas RFID existentes son del tipo pasivo. En fecha de 2004, las etiquetas tienen un precio desde 0,40 dólares, en grandes pedidos. El marcado de RFID universal de productos individuales será comercialmente viable con volúmenes muy grandes de 10.000 millones de unidades al año, llevando el coste de producción a menos de cinco céntimos. La demanda actual de chips de circuitos integrados con RFID no está cerca de soportar ese coste. Los analistas de las compañías independientes de investigación como Gartner and Forrester Research convienen en que un nivel de precio de menos de 0,10$ (con un volumen de producción de 1.000 millones de unidades) sólo se puede lograr en unos 6 u 8 años, lo que limita los planes a corto plazo para una adopción extensa de las etiquetas RFID pasivas. Otros analistas creen que esos precios serían alcanzables dentro de 10-15 años.
Revolución
Nos encontramos pues ante una tecnología revolucionaría que piensa cambiar el mercado y la sociedad en los próximos años. Tanto es así que todos los grandes fabricantes de informática se han apuntado al carro de la nueva tecnología. Bien ideando tarjetas, bien productos y antenas o bien desarrollando soluciones específicas para este mercado. Uno de ellos es Microsoft que ha incorporado funcionalidades RFID es su herramienta en BizTalk Server 2006 R2. Para Fernando Bocigas, responsable de Plataforma de Aplicaciones e Integración de Procesos de Negocio de Microsoft lo más novedoso de la tecnología RFID es que “permite identificar de forma automática a objetos e individuos a través de la radiofrecuencia y convertir los datos que recibe en información digital. Esta transmisión permite a los usuarios ampliar la gestión de sus procesos de negocio más allá de los límites corporativos llevándola a escenarios como la cadena de suministro y de relaciones con los partners.
La importancia de esta ampliación radica que de esta forma las compañías pueden diferenciarse con respecto a su competencia ya que mejora de forma significativa el valor que pueden proporcionar a sus clientes ya que aporta información en tiempo real. Asimismo, aunque la tecnología RFID está en fase de adopción, tiene un gran potencial como tecnología para mejorar el control de los procesos de negocio clave, incrementar el rendimiento del negocio y optimizar el servicio al cliente”. Y es que esta técnica permite a las empresas realizar procesos empresariales en tiempo real. Ya se utilice para el seguimiento de contenedores enviados o para el seguimiento del flujo de bienes durante un proceso de fabricación, los datos detallados se encuentran disponibles de forma instantánea y automática.
Ver el resto del artículo en la revista Byte del mes de Marzo de 2007